lunes, 21 de junio de 2010

Notas sobre la "Declaración del Bicentenario"


Éste es un resumen de la presentación que hizo Gerardo Burton en la reunión de Carta Abierta Neuquén el 14 de junio pasado. El texto incorporó parte del diálogo posterior a la presentación.
El documento emitido por Carta Abierta nacional con motivo del Bicentenario de la Revolución de Mayo, a diferencia de varios discursos y relatos difundidos en estos días, no ofrece una postura cerrada ni narra una realidad fotografiada y estática. Por el contrario, plantea varias cuestiones que quedan abiertas y que no se habían puesto en discusión: por ejemplo, la cuestión cultural, la revitalización de la política, la institucionalidad como un espacio en disputa entre fuerzas contradictorias y hasta antagónicas.
Hacia el final del texto, luego de una enumeración pormenorizada de los momentos más críticos que consolidaron el predominio del país agroexportador, parte de un sistema colonial moderno y de su contracara, las luchas populares y los movimientos surgidos desde la periferia hacia el centro y desde lo profundo hasta la superficie, se plantea la necesidad de conjurar “las maniobras de quienes conspiran en las sombras y agitan desde los espacios mediáticos”. Así aparece uno de los principales problemas de estos días: la pelea que se da por el poder en el campo común que es la comunicación.
En consecuencia, también es necesario “resguardar al país de la corrosión de sus lenguajes y de una sensibilidad social, cultural y política menguada en sus capacidades críticas y creativas, como de los condicionamientos en los modos de vida y de pensamiento impuestos por las culturas imperiales. Sabemos que no se sale indemne de las heridas infligidas por los poderes de la dominación y que las diversas formas de la injusticia, la humillación y la fragmentación marcaron a fuego el tejido social. Pero también percibimos que algo poderoso vuelve a manifestarse en la patria de todos. En la particular situación de América Latina en estos inicios del siglo XXI, este pueblo, hecho de memoria y de presente, escrito su cuerpo por las mil escrituras de la resistencia, las derrotas y los sueños, tiene la potencia de realizar ese llamado ante los peligros y la afirmación de su resistencia ante toda forma de la devastación”.
Es que, como nunca, está claro que el poder real no reside en quien gobierna sino en quien detenta el poder económico y cultural –como antes el militar-, y que las clases dirigentes funcionan como asalariados de ese poder. Clarificar este punto es crucial, dado que entonces se puede analizar con mayor grado de corrección el verdadero sentido de las palabras. Es decir, ¿cuál es el significado de ‘libertad de expresión’ cuando los medios de comunicación son el poder, en principio de la oligarquía y ahora de las fortunas concentradas? Cuando se alude a Mariano Moreno y sus expresiones sobre la libertad de prensa al fundar La Gazeta, se olvida que ésta era un órgano oficial del gobierno de la Primera Junta, o de un sector de éste. No era iniciativa privada.
Por eso, y acertadamente, el documento expresa que el estado del pueblo es “hoy, la vigilia: apuesta a la defensa de las reparaciones alcanzadas y a la perseverante insistencia en lo pendiente. Si es capaz de mirar al pasado de la nación e inspirarse en la épica americanista de los revolucionarios de mayo, lo hará porque su realización está en las señales del presente y en la apuesta al futuro. Tiene ante sí el desafío de dar lugar a lo nuevo que surge y de contribuir a que se extiendan y fortalezcan los modos en que los argentinos deciden vivir su libertad para afianzar la de todos. Estamos convocando a un acto de emancipación, capaz no sólo de enfrentar las trabas que interponen, ayer como hoy, los intereses poderosos, sino de proponer nuevas soluciones imaginativas y nuevos objetivos que estén a la altura de una sociedad enfrentada al desafío acuciante de ser más equitativa. Y a través del ejercicio de la libertad, de la participación y de la movilización, a llevar a cabo las grandes tareas pendientes, particularmente las que conducen a enfrentar las desigualdades sociales que persisten como una llaga que no se cierra –tareas cuyas señales han sido dadas en estos últimos tiempos-. Un mayo de la equidad y de la igualdad, un mayo en el que la riqueza sea mejor distribuida entre todos los habitantes de esta tierra. Por todo esto convocamos, con el entusiasmo y la pasión que emanan de nuestra historia compartida, a emprender las transformaciones estructurales y culturales que se necesitan para contrarrestar el saldo de décadas de deterioro y desguace, y avanzar hacia nuevos modos de relación entre los ciudadanos, la política y el Estado. Somos esos sueños y esas múltiples y diversas experiencias sin las cuales no podríamos imaginar un futuro. Conmemorar el Bicentenario implica tomar nota de lo nuevo y convocar lo existente hacia una profundización de la democracia. Los hombres de Mayo tuvieron ante sí la tarea de construir una nación despojada de la herencia colonial. Lo hicieron en parte y la situación de América Latina exige la continuidad de ese esfuerzo. Como para ellos antes, para nosotros hoy no hay retroceso tolerable y sí un enorme desafío histórico: la construcción de una sociedad emancipada y justa”.
Hasta aquí unos fragmentos del documento, y una crítica: en la enumeración de las luchas populares se produce un lapso que casi roza la censura: de la mención del Cordobazo en el año 1969 se salta, casi como por encanto, a “los rostros de la militancia por los derechos humanos”. Falta la experiencia guerrillera, y falta la mención a los desaparecidos. Se puede aducir que no hay perspectiva histórica, pero creo necesario tomar de las organizaciones que optaron por la lucha armada sus aciertos, pues sus errores están a la vista y, a fin de cuentas, también se planteó como parte de una gesta emancipadora. Y de los desaparecidos, como una suerte de “vanguardia de la resistencia”, una experiencia absoluta y brutal que tiñó como mancha de aceite toda la sociedad. No pueden ser escondidos en los pliegues de la historia.
UNAS PROPUESTAS
Tal como quedó dicho, el documento se propone abierto. Por ejemplo en un artículo publicado hace semanas en un diario de Buenos Aires, el economista Aldo Ferrer apuntaba una serie de temas para trabajar en el futuro inmediato. El artículo, titulado “Hacia el tercer centenario”, impulsa a trabajar y a reflexionar en cinco “desafíos”: la ocupación del territorio; el régimen político-institucional; la cohesión social, la estructura productiva y la inserción internacional.
En cuanto a ocupación del territorio, expresa Ferrer algo que toca de cerca de las provincias, en especial a las patagónicas. La necesidad de construir un “federalismo económico” que implique el despliegue del desarrollo “de todas las regiones en un sistema nacional integrado”. Para eso, deben funcionar en forma solidaria y asociadas las tres jurisdicciones del Estado –nación, provincias y municipios- en una “estrategia de desarrollo inclusiva de todas sus regiones”. Explica Ferrer que “la última reivindicación territorial pendiente, la recuperación de Malvinas, se logrará a su tiempo, dentro del derecho internacional, a medida que el país consolide su desarrollo y fortalezca su presencia internacional”.
En cuanto al régimen político-institucional, sin eludir la presencia de tensiones cuya resolución en paz requiere fortalecer las reglas de juego de la Constitución y la división de poderes, se apunta a transformar “profundamente” la sociedad y sostener los cambios en el reparto del poder, la riqueza y el ingreso.
El tejido social, continúa Ferrer, “hereda las asimetrías de la formación histórica del país, desde los tiempos de la colonia. La situación fue profundamente agravada durante el período de la hegemonía neoliberal (1976-2001/2002)” cuando se registró un aumento “dramático” de la pobreza, la fractura del mercado de trabajo, el desempleo y la desigualdad en la distribución del ingreso y de las oportunidades creadas por el sistema educativo.
También es necesario construir una “economía integrada, diversificada y compleja, apoyada en tres ejes: las cadenas de valor de alto contenido tecnológico de su producción primaria, una gran base industrial que incorpore las actividades de frontera científico-tecnológica y el despliegue en todo el territorio”.
En el contexto internacional, “deberá abandonarse también el supuesto neoliberal de que el país es un segmento del mercado global, cuya economía debe organizarse conforme a las señales de los centros de poder mundial. Esta visión es incompatible con el desarrollo económico que, siempre y en todos los casos, es, en primer lugar, la construcción en un espacio nacional”. Y a continuación, Ferrer enumera las sucesivas hegemonías en la historia argentina –Gran Bretaña primero y luego Estados Unidos- y advierte sobre los riesgos de construir dependencias similares respecto de China o Brasil puesto que “la capacidad de gestionar el conocimiento demanda la existencia de una estructura productiva, compleja, integrada y abierta, vinculada a la división del trabajo y el orden global a través del intercambio simétrico de los bienes y servicios portadores del avance tecnológico”. Es que, concluye, “la especialización limitada a la producción primaria es la vía más segura al subdesarrollo y la subordinación”.
EL ESCENARIO
Entonces, un rápido vistazo sobre la constitución de Carta Abierta y los cambios ocurridos en la Argentina desde el gobierno de Néstor Kirchner continuados por el de Cristina Fernández.
Después de diciembre de 2001, verdadero final del siglo XX para la historia política argentina, el Estado estaba redefinido según el modelo neoliberal, y la transferencia de obligaciones y responsabilidades a los individuos y grupos –ausencia en educación y salud; vacancia en la cuestión de la justicia- hizo necesaria la construcción de una nueva forma de hacer política. Ése fue el momento de la transversalidad, de una suerte de horizontalidad que descabezó a los poderes tradicionales del peronismo –gobernadores, intendentes del conurbano bonaerense, caudillos sindicales-. Sin embargo, la operación de trasvasamiento no se completó.
Los gobernadores volvieron a imponerse –vía la famosa “liga” o sus legisladores, diputados y senadores en ambas cámaras-. Los intendentes, convertidos en los “barones” del conurbano, retomaron su poder; y lo mismo ocurrió con los sindicalistas de la CGT.
Ésta no pretende ser una descripción completa, pero sirve para ilustrar un cierto clima: la aparición de Carta Abierta implicó la posibilidad de reflexionar sobre los acontecimientos, ofrecer una mirada diferente de la de los medios de comunicación social y definir un territorio de pensamiento. Eso ocurrió antes de la crisis con las patronales del campo.
Si algo aparece claro en ese conflicto es que la mesa de enlace ruralista –que concentró a los sectores más ricos del país, los históricos y los advenedizos- no fue un armado espontáneo. O si lo fue, se disimuló muy bien. Salvo la Federación Agraria Argentina, son las mismas entidades que formaron, en 1975, una asociación en contra del gobierno constitucional de entonces.
Bajo la mesa de enlace se cobijaron los resortes más firmes del establishment: los agroexportadores; los dueños del sistema financiero; los propietarios de los medios de comunicación social. Básicamente eran ellos con algunos compañeros de ruta, en un movimiento transversal que atravesó también al gobierno y sus aliados. En esos grupos de poder se nucleó la reacción contra el cambio de modelo político institucional –los juicios por violaciones a los derechos humanos; la apertura de la comunicación; la reestatización de resortes básicos de la economía como el sistema jubilatorio, las aerolíneas, la televisación del fútbol; el pago de deuda con reservas-.
La construcción de la oposición pivoteó en torno de dos ejes: la inacción del gobierno, a quien tomó por sorpresa, y el acierto en la elección de los temas a instalar. La pérdida de iniciativa oficial fue el primer impulso que envalentonó al sector y comenzó a vislumbrarse la posibilidad de bloquear o condicionar el ejercicio del poder. Esto ocurrió hacia el final de la presidencia de Néstor Kirchner y se profundizó con la asunción de Cristina Fernández, en especial con el caso Antonini Wilson y la valija venezolana.
Se gestó así un escenario de supuesto refuerzo institucional, de juego democrático de los poderes y el sistema jurídico que en rigor significaba un condicionamiento casi absoluto a la acción del gobierno. Se trataba de “pialarlo”.
En simultáneo, se inició una tarea de erosión y deterioro de la imagen presidencial: que el gobierno lo ejerce el matrimonio, donde la voz cantante es la masculina; que las giras al exterior no sirven más que para comprar carteras y vestidos de moda; que el Tango 01 es utilizado por la hija de la Presidenta; que la imagen presidencial –maquillaje, aspecto- es de frivolidad y casi kitsch, etcétera.
Esa construcción tenía un objetivo confeso: lograr la parálisis del Ejecutivo para que no haya otra salida que la dimisión o la inercia absoluta. Por eso se la calificó de destituyente: en esta ocasión la salida del poder no se haría por un impulso expreso de la fuerza opositora –sea ésta cívica o militar- sino por una supuesta imposición de las circunstancias, casi en el nivel del fatalismo. Sería el corolario de una serie de falacias: esta gente no sabe gobernar; no tienen proyecto político; son ineptos salvo para la corrupción, y las soluciones son institucionales –p.e. el recurso al vicepresidente de la Nación-. Este armado eclosionó con el conflicto con los ruralistas, y contó con el abono de los desaciertos y algunos flagrantes errores del oficialismo. Sin embargo, la mayor irritación, que incidió en forma directa en las ansias destituyentes fueron los aciertos del gobierno –mencionados más arriba- y coronados con el proyecto –ahora ley- de servicios de comunicación audiovisual.
El fallido intento destituyente incorporó, luego de la votación contraria a la resolución 125 y la paridad electoral de junio de 2009, un nuevo ingrediente: el conflicto social, azuzado y magnificado –en sus consecuencias molestas para la vida social- por las empresas periodísticas. Así, la protesta piquetera –oficial u opositora- se potenció y en paralelo la información relativa a la delincuencia de manera de generar la sensación de inseguridad. En el circuito de profecía autocumplida, los representantes de este sector aparecieron como los gurúes de las soluciones a estos problemas y responsabilizaron de su incremento al gobierno.
En esto, otra vez coincidieron estas entidades con sus posturas previas al golpe de 1976. El discurso de la Apege –tal era el nombre de la mesa de enlace de entonces- al tiempo que llamaba a la pacificación social, informaba que la única salida política era la propuesta por ellos. Algo parecido ocurre hoy: la ineficacia supuesta de Cristina Fernández sólo puede ser remediada por su vicepresidente, o por algún dirigente de la oposición embanderado en el ideario mesaenlacista.
LA CUESTIÓN DESTITUYENTE
Es interesante señalar dos situaciones en la nueva etapa política. La primera, de manera analógica con lo que ocurrió en 1945 con la ocupación del espacio social y político por parte de los trabajadores y de quienes formaron el primer peronismo. En la actualidad ocurre algo que merece un análisis. Históricamente, el peronismo –y sobre todo la generación de 1970- cuestionó la legalidad institucional y la validez de la experiencia democrática, de la que estuvo proscripto desde 1955 hasta 1973. Esa consideración peyorativa dejó las instituciones en manos de los representantes de los sectores más conservadores ligados al establishment.
Cuando la actitud hacia la institucionalidad en general y la democracia en particular cambió, y el gobierno kirchnerista decidió dar la batalla dentro de ese marco jurídico y legal con la exigencia de que las instituciones respondan a las funciones para las que fueron creadas, comenzó la disputa, la pelea por ese espacio. La pregunta de los sectores dominantes pareció ser: “¿Y a estos, qué les pasa? ¿Qué quieren acá?
Así, el peronismo, hecho maldito del país burgués, volvía a convertirse en los primeros años del nuevo milenio en un nuevo hecho maldito: esta vez, del sistema institucional, al que desafiaba desde adentro a cumplir con la función para la que había sido creado.
El segundo ingrediente a destacar es que, cada vez que el gobierno presuntamente fue derrotado –una bolsa de dinero en el baño de la oficina de Felisa Miceli, caso de la valija; resolución 125; elecciones del 28 de junio de 2009- apostó a más y duplicó la apuesta por el poder: ley de servicios de comunicación audiovisual; asignación universal por hijo; reformulación y denuncia de la apropiación de Papel Prensa y ahora la reforma de la ley de entidades financieras. En una paráfrasis de los asesores de campaña de Bill Clinton, este momento del país se podría explicar diciendo “es el poder, estúpido”.
LA PREGUNTA SOBRE LA REGIONALIZACIÓN
Quizás por un defecto profesional, o por eso de que lo universal para por la aldea de uno, interesa pensar qué ocurre en Neuquén con el Bicentenario, en una provincia con característica de multicultural, poliétnica y, en cierto sentido binacional. No es menor saber que en esta provincia vive la mayor cantidad de habitantes mapuches –acriollados o no- por lo cual contiene a una de las franjas mayoritarias de pueblos originarios en el país. Además, aquí reside la mayor proporción de población de origen chileno en el país. Por último, se mantiene la condición aluvional en la constitución de su sociedad por la continuidad de migración de otras provincias.
Su condición de frontera –en un sentido geográfico- tiene correlato con el variado mestizaje de culturas, pueblos y gentes. No hay una sola, y toda la historia está por escribirse: desde la de los pueblos originarios hasta la campaña del desierto y las mismas misiones religiosas.
En una paráfrasis de los juegos de palabras a los que es tan afecto el rabino mediático Sergio Bergman, se puede decir que la grandeza de Neuquén es su diversidad y la diversidad de Neuquén es su grandeza. En eso comparte con el país su mayor variedad, su mayor riqueza: el mestizaje y, sobre todo, el mestizaje cultural. Nada de culturas endogámicas o de supuesta pureza racial. Lo más rico, lo más variado, lo más hondo y lo más amplio es el mestizaje.
Y en ese contexto, en Neuquén se mantiene un atractivo adicional: el rechazo a las jerarquías y a las aristocracias culturales y sociales y, por contrapartida, la reivindicación de lo plebeyo, de lo cimarrón. Su cultura se enmarca, entonces, en la mejor tradición nacional: si en el siglo XIX lo más genuino de la literatura argentina fue la poesía gauchesca, y “Martín Fierro” fue designado como el gran poema nacional, la cultura neuquina es matrera: matrera porque no se adapta, porque va por fuera de los cauces institucionales aunque a veces los utilice y porque en la marginalidad también encuentra su fuerza.
Esta condición también tiene otra cara, la de un individualismo extremo. Resulta muy difícil, en cualquier disciplina artística, mantener la continuidad de un grupo o de una tendencia. Porque también hay una mayor accesibilidad a los medios de producción cultural que en otras jurisdicciones. Entonces, pelea contra las jerarquías y aristocracias y accesibilidad a las maquinarias de “fabricar cultura” son dos condiciones que se superponen y sostienen la actividad en este campo.
El carácter binacional que diluye la frontera también le da una peculiaridad a esa frontera: no es geográfica ya –la cordillera de los Andes actúa como factor de unión y no de separación- sino política: el ferrocarril que se interrumpió a ambos lados, argentino y chileno respectivamente en Zapala y Lonquimay constituyó una barrera. Por eso no es casual que haya una población denominada Andacollo en Chile y en Argentina.
A manera de síntesis de lo anterior, se puede expresar en binomios generalizadores –y por eso mismo muchas veces inicuos- esta situación cultural en la provincia del Bicentenario: individualismo/rasgos corporativos; lo matrero/lo cosmopolita, excesivamente cosmopolita a veces; lo marginal/lo institucional.
Y puede quedar para responder una pregunta en el aire: ¿qué pasaba en el Neuquén del primer centenario?
De la misma manera que muchos quieren una fotografía del país de 1910 porque añoran la Argentina de los ganados y las mieses, de los ferrocarriles por y para el puerto y de la cuasi factoría con siervos de la gleba con ideologías y lenguas extrañas, Neuquén –y la Patagonia- se perciben como un gran desierto, un vacío a ocupar.
Entonces es necesario demoler el mito del espacio desierto, sin gente, una especie de operación abonada sobre todo por los viajeros ingleses, los misioneros italianos y españoles y los militares argentinos. Ese mito fundante que edifica un reino en la nada es una mentira que encubre el intento –y la realización- de la brutal apropiación de un espacio que ya estaba ocupado, y por pueblos que no habían sido vencidos por el colonizador español. Sólo había que arrasar(los) –arrasar el espacio y arrasar sus habitantes-.
De esa ocupación original y originante dan cuenta las leyendas y las fábulas que construyeron los primeros mitos y ese pensamiento genuino de la Patagonia que es la utopía. El primer utópico quizá fue Antonio Pigafetta, cuando aplicó sus lecturas de novelas de caballería a los tehuelches de la costa atlántica. La más reciente fue Irma Cuña, que partía de Trapalanda y la Ciudad de los Césares para descubrir ese pensamiento huidizo como el horizonte.

Gerardo Burton

Sí a la ley de servicios audiovisuales


texto tomado del boletín de Feduba, la Federación de Docentes de la UBA. Se transcribe a continuación:

FEDUBA saluda y reivindica la decisión de la Corte Suprema de Justicia de la Nación de revocar por unanimidad la sentencia de la Cámara Federal de Mendoza, que había suspendido la aplicación en forma íntegra de la Ley de Servicios Audiovisuales a pedido del diputado del peronismo federal Enrique Thomas.

FEDUBA ha venido participando de las distintas instancias de debate y acción en favor de la ley de la democracia. En particular, en las audiencias públicas en la Cámara de Diputados a través del Secretario de Prensa de CONADU y Secretario Gremial de FEDUBA, Federico Montero. (Ver: http://feduba.org.ar/info/?p=382).


En sus argumentos los magistrados del máximo tribunal señalaron que “ningún juez tiene en la República Argentina el poder de hacer caer la vigencia de una norma erga omnes (de modo general) ni nunca la tuvo desde la sanción de la Constitución de 1853/1860.”


La resolución de los jueces supremos fija un límite frente a lo que ven como una tendencia creciente a paralizar normas, disposiciones o políticas de gobierno con medidas cautelares. Y señala a la vez que ningún legislador puede impugnar en el ámbito judicial el proceso de sanción de una ley para tratar de “reeditar” así un “debate que perdió en el Parlamento”. Aceptar este planteo, sostienen los magistrados, sería violentar la división de poderes y “abriría el camino hacia la anarquía poniendo en peligro la vigencia de todas las leyes”.


Sin embargo, con este fallo de la Corte Suprema, la ley de medios no recuperará su vigencia de manera automática pues todavía sigue en pie una medida cautelar dispuesta por el juez de Salta Miguel Medina que, igual que la Justicia mendocina, suspendió la aplicación de la norma con efecto general.


El caso salteño fue promovido por otra peronista disidente, la diputada Zulema Daher, aunque si los magistrados de esa provincia se atienen al criterio de los jueces del máximo tribunal, la ley recuperará vigencia y sólo seguirán sin aplicarse artículos puntuales, como la cláusula que obliga a la desinversión en un año en casos específicos de ciertas licenciatarias de radio y TV que obtuvieron medidas cautelares favorables.


La medida implica una clara decisión que fortalece el proceso democrático y auspicia una perspectiva que se dirige en el camino de la profundización en la distribución equitativa de la palabra, pues garantiza la posibilidad de revertir el cuadro de situación generado a partir del fuerte proceso de concentración monopólica de medios de información, originado durante la década del 90 en la Argentina y contra el cual numerosas organizaciones políticas, sindicales y sociales han luchado en los últimos años.


El proyecto, al que con la intencionalidad manifiesta de desvirtuar su espíritu democratizador los medios de información califican como “Ley de medios K”, es el fruto de un amplio debate que fue generado a partir de la intervención de las carreras de comunicación de las universidades nacionales, de los foros de radios comunitarias de todo el país, de las organizaciones sindicales que representan a los trabajadores de prensa, de organizaciones políticas y sociales, de organismos de derechos humanos, y del amplio espectro de hombres de la cultura, la ciencia y el arte que participaron activamente en la denominada Coalición por una Radiodifusión Democrática.


El tema desde el punto de vista político y social no es menor, y viene a saldar una deuda que la democracia mantiene desde su recuperación en 1983, pues constituye la posibilidad concreta de desplegar un nuevo marco jurídico capaz de superar, en términos políticos, sociales y culturales, el decreto-ley que la dictadura militar confeccionara en el año 1980 (Ley nº 22.285) para acentuar su política de control social a través de los medios de información.


El proyecto plantea abiertamente la posibilidad de rever la distribución desigual y regresiva de la información y los fuertes desajustes que existen entre lo local y lo general, a la vez que abre un abanico amplio de posibilidades de intervenir, desde el punto de vista de la producción de contenidos y titularidad de señales, al conjunto de organizaciones sociales, sindicales y universidades nacionales que deseen participar activamente en un proceso que, a las claras, garantizará el pluralismo informativo y cultural que toda sociedad democrática necesita para su pleno desarrollo.

lunes, 14 de junio de 2010

El cambio climático


por Marcelo Bardelli (desde San Martín de los Andes)

Hay un cambio climático que escapa a los registros. Habituados como estamos a la manipulación permanente de la información, los argentinos no echamos de menos esa otra sustracción hasta los recientes festejos del Bicentenario de la Revolución de Mayo. La diferencia entre el oscuro relato instalado y la brillante realidad manifiesta resultó tan contundente que hasta las más recalcitrantes usinas del Todo Negativo tuvieron que ponerse de urgencia unas caretas sonrientes.
Viene bien entonces que intentemos alumbrar allá atrás, donde el foco de lo inmediato no lo hace, para advertir la trascendencia de este cambio climático.
No han pasado diez años desde que caímos en la peor crisis de nuestra historia -tan pródiga en debacles-. La ruptura de contratos fue total y, agotada la fiesta noventista, la siempre avisada garquía criolla levantó vuelo con las valijas bien forradas, cerró la ventanilla y nos dejó la cuenta. Duhalde y Remes Lenicov completaron la rastrillada más alevosa de la que se tenga memoria. Esos tiempos fueron de amargura y desengaño. El argentino aquél tan pagado de sí mismo se había quedado sin espejito de colores. El campeón del mundo se había ido al descenso. La economía siguió en recesión, la política en terapia y la sociedad deprimida.
El inesperado rumbo que Néstor Kirchner le dio a la gestión del Estado sorprendió primero, puso en guardia pronto y exasperó al fin a los nostálgicos de aquel país para muy pocos. Empezó a insinuarse un período de graduales recuperaciones. Allí se iniciaba el cambio climático: a medida que, conscientes de su esfuerzo, volvían a activarse los resortes de la producción, se iban verificando aumentos en los índices de ocupación laboral y, en consecuencia, de consumo. Del bajón y la desesperanza fuimos pasando a una modesta animación general, pero los cronistas de los grandes medios preferían fogonear el fastidio y el miedo.
Para cuando terminó el primer mandato K daba para alentar un módico optimismo y, de hecho, el voto de millones dio cuenta de la decisión popular de seguir por ese camino. El poder económico mediático concentrado decidió a su vez que no podía permitir la anunciada profundización de un populismo amenazante. La opinión pública, considerada coto privado y masa moldeable, debía ser mantenida atada a la bronca y la desconfianza. Toda expresión de crédito y esperanza en el rumbo elegido por la mayoría fue desaparecida de los medios masivos. La llegada de Cristina Fernández fue recibida con una escalada oposicionista que, muy pronto, se tornó abierto desafío y violencia reaccionaria. En el pico del conflicto con “el campo” asistimos a una ofensiva desembozada de un poder que creyó posible voltear a ese gobierno que no se le subordinaba. El desgaste de Cristina fue vertiginoso y profundo, y ya no hubo titular ni pantalla en el que no se la siguiera esmerilando (Bussi dixit). Para cuando las legislativas del 2008 consagraron el voto castigo de la ofendida clase media, la suerte del proyecto K pareció definitivamente echada.
Se instaló entonces una euforia antigubernamental entre la diversidad opositora, impulsada y multiplicada cotidianamente por el principal interesado en un rápido derrumbe de ese peronismo díscolo y setentista. El cambio climático parecía haber retrocedido a los conocidos estándares del desaliento y la desmovilización popular.
Dos factores contribuyeron a impedir una regresión que se autoproclamaba inevitable: la torpeza de los embates de la oposición y la justeza de las iniciativas del gobierno. Mientras que las voces más destempladas coreaban variaciones en contra, a favor se instituyeron algunas de las medidas más progresistas, reparadoras e inspiradas de la democracia. Antes del estallido de la crisis mundial originada en un mal bien conocido por nuestra sociedad -la especulación financiera intoxicando mortalmente a la economía real con sus burbujas-, el crecimiento neto argentino mostraba índices consistentes. Hubo desesperados intentos por importar la crisis y, por primera vez, pudimos quedar al margen de otra peste global.
Las empresas informativas se empeñaron a destajo en minimizar, ningunear o condenar el acierto y el coraje del rumbo de la política económica: así, mientras desde arriba se insistía en empujar hacia un inminente ajuste, por abajo se venía verificando una eficaz defensa del nivel de empleo; mientras desde arriba se pronosticaba el derrumbe, desde abajo se iba levantando la reconstrucción; mientras desde arriba se proclamaba la confrontación, abajo se seguía articulando el reconocimiento. La rebelión de Redrado y otras polvaredas fueron en esa misma dirección: la crispación achacada a la gestión nacional tiene, en ese mismo “arriba”, su origen e interés. Si hay bienestar, que no se note, podría resumirse la consigna inspiradora de esta campaña permanente.
La Fiesta del Bicentenario terminó de desgarrar ese velo de infelicidad crónica. El entusiasmo y la participación masiva pusieron en evidencia una clara recuperación de la autoestima. De aquel humor en ruinas a estas manifiestas ganas de estar bien no se pasó mágicamente. Día tras día, semana tras semana, soportando un interminable temporal de agorerías, el pueblo argentino se rehízo y, a favor de ese esforzado optimismo, la gestión nacional asumió la decisión de alentarlo. Esa articulación hizo visible esta realidad: El cambio climático ya se ha producido.

martes, 1 de junio de 2010

Declaración del Bicentenario

Conmemoramos el Bicentenario de la Argentina sin evocar un pasado mítico pero sabiendo que en los pliegues de su historia persisten memorias de un país para todos, muchas veces extraviado en su propio laberinto y otras arrojado a los poderes de la injusticia. De un país que supo de apasionadas escrituras libertarias y que guarda en sus fibras los nombres propios de los hombres y las mujeres que buscaron construir, individual y colectivamente, los trazos de otra patria. La que buscamos en los signos de esta época que ofrece la posibilidad cierta y urgente de encontrarnos con lo mejor de las tradiciones ancladas en los ideales de igualdad, libertad, justicia y soberanía. Ése es el mayo que nos urge desde hace 200 años.

De la Argentina de las luchas emancipatorias quedan los rastros de los esfuerzos políticos, de los trastrocamientos sociales, de la ruptura del orden colonial, pero también la memoria de lo irresuelto, de las promesas no realizadas, de lo popular sin redención. Es en los hilos de lo pendiente, en la memoria de las voluntades, que pronunciamos el nombre de Argentina, en este Bicentenario.

No lo hacemos en la Argentina del Centenario, ese espejo virtual que los poderes actuales instalan en el lugar de Paraíso Perdido. En aquella Argentina un futuro que se imaginaba dorado, sobre la base de los ganados y las mieses, se proyectaba bajo la égida de un Estado excluyente, con las mayorías silenciadas políticamente y con un mundo popular asolado por la desdicha. El Centenario fue oropeles y visitantes extranjeros, tanto como estado de sitio y lucha callejera. República para pocos y Ley de Residencia. Un modelo de país agroexportador incapaz de proyectarse con autonomía del Imperio Británico y de mirarse en otro espejo que no fuera el de un orden internacional injusto.
Jóvenes de clase alta incendiaron un circo plebeyo para que no alterase un paseo tradicional. Esas fogatas prepararon la Semana Trágica y los fusilamientos de la Patagonia, expresiones del odio oligárquico que se descargaría cada vez que el pueblo defendía sus derechos.

No aceptamos volver a la Argentina de 1910. No podemos identificarnos con un país de la desigualdad, el prejuicio y la exclusión. Ni con un país diseñado desde la lógica de los intereses corporativos, que ha venido rapiñando lo público y tratando de disolver lo mejor de las creaciones colectivas, que dieron forma a sistemas de educación y salud equitativos. No es nuestra tradición la que confunde “nación” con “raza” u origen geográfico ni la que reivindicó como causa nacional la aniquilación de pueblos originarios y de sus hombres y mujeres, la servidumbre y el despojo material y cultural, ni estamos dispuestos a tolerar sus abiertas o embozadas formas de persistencia. No queremos que se silencien las voces que desde el fondo de nuestra travesía como nación se expresaron para avanzar hacia una sociedad más igualitaria, ni convertirnos en espectadores que contemplan cómo unos pocos se complacen en sus riquezas mientras los que producen los bienes sociales son reprimidos, acallados o expulsados.

No queremos regresar a los fastos de ese Centenario que sigue persiguiendo
como una sombra espectral los sueños de emancipación, como lo hizo en el 30, en el 55, en el 66 y en el 76. Nuestro Bicentenario busca reencontrarse con los trazos que fueron dibujando los sueños de libertad e igualdad del primer Mayo y que debieron sortear incontables dificultades y las peores pesadillas. Somos ese país de sueños y de pesadillas. Se trata de recrear, con nuestra fuerza imaginativa y con inventivas populares, la fuerza emancipatoria del inicio, y las de las múltiples formas de resistencia que en nuestro suelo fueron ejercidas desde la Conquista y la Colonización, sabiéndonos parte de un destino común, entrelazado con el de los pueblos de toda América Latina, sin los cuales no puede pensarse un presente ni un futuro.

El Bicentenario es, fundamentalmente, una conmemoración de esas luchas
emancipatorias que en sus mejores momentos tenían menos un destino
local que una idea de lo americano. Que tiene su punto de inicio en la revolución de los esclavos haitianos y se consolida recién en 1824. Cuando hoy América Latina traza acuerdos y composiciones, cuando construye Unasur y afianza los compromisos políticos y económicos,cuando procura un destino común, vuelve a proyectarse sobre el fondo de la unidad anunciada en los primeros gritos libertarios, y la Argentina a reencontrarse con el destino que soñó al nacer.

Esta Argentina tiene en su corazón profundo una vida popular que ha sido
gravemente dañada y que es, así y todo, potente y creativa. El antiguo pueblo del himno ha sido rehecho por dictaduras atroces, persecuciones violentas,
modificaciones profundas de la economía y el Estado, tecnologías y lenguajes
comunicacionales capaces de generar las condiciones para que un sentido común amasado entre la dictadura y los años noventa, corroa las fuerzas de nuestra vida ocial y cultural e inhiba el diálogo activo con el pasado.

Ha sido reconfigurado y avasallado el pueblo. Y sin embargo, ha sido y es el
sustrato de las resistencias, la potencia creadora de nuevas formas de vida, de
lenguajes, de símbolos, de modos de encuentro, el horizonte de una real
autonomía simbólica y política de la nación. Ese pueblo tiene múltiples y
heterogéneos rostros políticos, se despliega en organizaciones diversas y en
experiencias no siempre concordantes. Los que aquí manifestamos lo hacemos como parte de ese pueblo, como parte de las organizaciones en las que se nuclea y se recrea.

Son los rostros de los trabajadores asalariados y sindicalizados, herederos de los que un 17 de octubre del 45 le dieron forma a sus exigencias de justicia y dignidad en una novedosa articulación política y que en mayo de 1969 hicieron temblar la ciudad de Córdoba. Son también los rostros sufridos de los desocupados que intentan recuperar una trama social devastada por el neoliberalismo y que en los noventa fueron el alma y el cuerpo de las resistencias, esa parte de los incontables que hoy marchan en pos de la equidad y el reconocimiento. Son los rostros de los activistas sociales y de los creadores culturales. Son los rostros de las militancias por los derechos humanos y de los pacientes articuladores de los barrios. Son los rostros de los estudiantes que supieron arrojarse a las luchas populares. Son los rostros de los empresarios comprometidos con ideales de autonomía nacional y los de los profesores y maestros que trajinan diariamente por la educación pública. Son los rostros de los migrantes latinoamericanos que han elegido estas tierras para construir sus propios sueños y de quienes dan testimonio de la expoliación a los pueblos originarios y de la defensa de sus derechos. Y recuerdan que sólo una América Latina de nuevas solidaridades podría alojar esas diferencias sin diluirlas en el relativismo cultural ni trasvasarlas a persistentes racismos. Son los rostros de la desdicha, del temor ante el peligro, de la alegría por la reunión y la voluntad colectiva.

La conmemoración del Bicentenario no puede desligarse de la consideración de ese pueblo que encuentra en estos días una remozada capacidad de movilización callejera y reconocimiento público. El futuro de la Argentina depende de la atenta vigilia popular, una vigilia hecha de alerta y compromiso, de reacción frente al peligro y de entusiasmos compartidos. Mucho se ha hecho en estos años del siglo XXI para restañar la vida popular dañada. Todos deben saber -todas las dirigencias políticas y sociales- que ningún retroceso es aceptable. Que este pueblo tiene compromisos profundos con las transformaciones realizadas y las faltantes y que encontrará en la memoria de sus luchas pasadas y en las necesidades del presente, la fuerza para resistir cualquier intento de restauración conservadora. No hay vuelta atrás que pueda resultarnos tolerable. No hay interrupción que consideremos viable. La Argentina actual, capaz de enjuiciar los crímenes del pasado y generar políticas de reparación para las desigualdades contemporáneas, no puede ser suprimida por los agentes de la reacción.

Deben ser conjuradas las maniobras de quienes conspiran en las sombras y
agitan desde los espacios mediáticos. Pero también resguardar al país de la
corrosión de sus lenguajes y de una sensibilidad social, cultural y política
menguada en sus capacidades críticas y creativas, como de los condicionamientos en los modos de vida y de pensamiento impuestos por las
culturas imperiales. Sabemos que no se sale indemne de las heridas infringidas por los poderes de la dominación y que las diversas formas de la injusticia, la humillación y la fragmentación marcaron a fuego el tejido social. Pero también percibimos que algo poderoso vuelve a manifestarse en la patria de todos. En la particular situación de América Latina en estos inicios del siglo XXI, este pueblo, hecho de memoria y de presente, escrito su cuerpo por las mil escrituras de la resistencia, las derrotas y los sueños, tiene la potencia de realizar ese llamado ante los peligros y la afirmación de su resistencia ante toda forma de la devastación.

El estado de este pueblo es, hoy, la vigilia: apuesta a la defensa de las
reparaciones alcanzadas y a la perseverante insistencia en lo pendiente. Si es
capaz de mirar al pasado de la nación e inspirarse en la épica americanista de los revolucionarios de mayo, lo hará porque su realización está en las señales del presente y en la apuesta al futuro. Tiene ante sí el desafío de dar lugar a lo nuevo que surge y de contribuir a que se extiendan y fortalezcan los modos en que los argentinos deciden vivir su libertad para afianzar la de todos. Estamos convocando a un acto de emancipación, capaz no sólo de enfrentar las trabas que interponen, ayer como hoy, los intereses poderosos, sino de proponer nuevas soluciones imaginativas y nuevos objetivos que estén a la altura de una sociedad enfrentada al desafío acuciante de ser más equitativa. Y a través del ejercicio de la libertad, de la participación y de la movilización, a llevar a cabo las grandes tareas pendientes, particularmente las que conducen a enfrentar las desigualdades sociales que persisten como una llaga que no se cierra –tareas cuyas señales han sido dadas en estos últimos tiempos-. Un mayo de la equidad y de la igualdad, un mayo en el que la riqueza sea mejor distribuida entre todos los habitantes de esta tierra.

Por todo esto convocamos, con el entusiasmo y la pasión que emanan de nuestra historia compartida, a emprender las transformaciones estructurales y culturales que se necesitan para contrarrestar el saldo de décadas de deterioro y desguace, y avanzar hacia nuevos modos de relación entre los ciudadanos, la política y el Estado. Somos esos sueños y esas múltiples y diversas experiencias sin las cuales no podríamos imaginar un futuro. Conmemorar el Bicentenario implica tomar nota de lo nuevo y convocar lo existente hacia una profundización de la democracia. Los hombres de Mayo tuvieron ante sí la tarea de construir una nación despojada de la herencia colonial. Lo hicieron en parte y la situación de América Latina exige la continuidad de ese esfuerzo. Como para ellos antes, para nosotros hoy no hay retroceso tolerable y sí un enorme desafío histórico: la construcción de una sociedad emancipada y justa.


Espacio Carta Abierta • Gustavo Arrieta (intendente de Cañuelas) • Ricardo
Moccero (intendente de Coronel Suarez) • Mario Secco (Intendente de Ensenada) • Darío Díaz Pérez (Intendente de Lanús) • Graciela Rosso (intendenta de Luján) • Francisco Barba Gutiérrez (intendente de Quilmes) • Osvaldo Amieiro (Intendente de San Fernando) • Juan Carlos Schmid (Sec. de Capacitación y Formación CGT) • Julio Piumato (Sec. Derechos Humanos CGT) • Horacio Ghilini (Sec. Defensa del Consumidor y Estadisticas CGT) • Milagro Sala (Secretaria Acción Social CTA Nacional - Coordinadora Nacional Túpac Amaru) • Raúl Noro (Secretario de Prensa CTA Jujuy - Mesa Nacional Túpac Amaru) • Edgardo Depetri (Frente Transversal) • Oscar Laborde (Frente Transversal) • Luis D’Elía (Central de Movimientos Populares) • Emilio Persico (Movimiento Evita) • Fernando “Chino” Navarro (Movimiento Evita) • Lito Borello (Organización Política y Social Comedor Los Pibes) • Dr. Carlos Oviedo (Corriente Peronista Germán Abdala) • Lorena Pokoik García (Corriente Peronista Germán Abdala)• Gastón Harispe (Movimiento Octubres) • Carlos De Feo (CONADU - CTA) • Federico Montero (CONADU - CTA) • Manuel Alzina (Secretario Adjunto CTA-Capital) • Francisco "Tito" Nenna (Encuentro de articulación popular)Oscar González (Socialismo Bonaerense) • Ariel Basteiro (Socialismo Bonaerense) • Juan Carlos Fernández Alonso (Socialismo Porteño - Unidad Socialista) • Ricardo Romero (Socialismo Porteño - Unidad Socialista • Rodolfo Fernández (Partido Proyecto Popular) • Fernando Suárez (Partido Proyecto Popular) • Luis Ammann (Partido Humanista) • Claudia Neva (Partido Humanista) • Patricio Echegaray (Partido Comunista) • Jorge Kreyness (Partido Comunista) • Jorge Pereyra (Partido Comunista Congreso Extraordinario) • Rodolfo Módena (Partido Comunista Congreso Extraordinario) • Eduardo Sigal (Partido Frente Grande) • Adriana Puiggrós (Partido Frente Grande) • Agustín Rossi (Movimiento Santafesino por la Justicia Social) • Héctor Cavallero (Movimiento Santafesino por la Justicia Social) • Silvia Vázquez (Partido de la Concertación) • Gustavo López. (Partido de la Concertación) • Roberto Feletti (Partido de la Victoria - MoPoS) •Abel Fatala (Red por Buenos Aires) • Carlos López (Corriente Nacional y Popular) • Jorge Giles (Corriente Nacional y Popular) • Jorge “Quito”Aragón (Corriente Nacional Martín Fierro) • Nahuel Beibe (Corriente Nacional Martín Fierro) • Cacho Fuentes (Encuentro de la Militancia La Bernalesa) • Ignacio Rojo (Organización Envar El Kadri) • Marcelo “Nono”Frondizi (Sec. Gremial ATE Capital) (Organización Envar El Kadri) • Andrés Larroque (Agrupación La Campora) • Juan Cabandié (Agrupación La Campora) • Manuel Del Fabro (Mov. Nac. por la Unidad Americana) • Juan Carlos Rodriguez (Mov. Nac. por la Unidad Americana) • Rubén Drí (Movimiento Patria Grande) • Norberto Galasso (Corriente Enrique Santos Discépolo)
Mayo de 2010

ver http://www.cartaabierta.org.ar/index.php/declaraciones/82-declaracion-del-bicentenario