domingo, 19 de diciembre de 2010

Indoamericano: legados y desafíos (Carta abierta nº 8)


Reproducimos el texto de la carta, difundido el sábado 18 de diciembre en Buenos Aires


1) Desbordantes y conmovedoras, las jornadas de finales de octubre fueron de profunda congoja y de reafirmación militante, de reflexión y de energía galvanizada alrededor de un proyecto de transformación y emancipación de la patria. Días que quedarán registrados en la memoria popular como uno de esos momentos únicos en los que algo se sella. En la despedida y en el homenaje, en el fervor y el compromiso de miles y miles, se grabaron la palabra y el gesto inaugurador de nuevos horizontes de justicia y dignidad de Néstor Kirchner. Es a partir de la comprensión de lo abierto en mayo del 2003 que, teniendo como fondo la manifestación con la que una parte sustancial del pueblo argentino convirtió el dolor por la muerte de un protagonista central de la historia reciente en apoyo a su compañera y a la continuidad del proyecto nacional que ella lidera, que no podemos dejar de decir nuestra palabra, ante los tiempos graves y cargados de posibilidades que se manifiestan en estos días, en los que la convicción de avanzar hacia un país más justo es amenazada por las fuerzas de la destitución y de la regresión conservadora.
Por un lado, la polifónica voz de las multitudes entrando en la escena a anunciar su decisión de tomar en sus manos la vida política argentina, y por el otro los disparos. En la ruta 86 de Formosa, junto a las vías del Roca en Barracas, en las ocupaciones de predios del sur porteño, disparos, y en las calles y plazas y centros de reunión, la afirmación vital y desenfadada de un país a la medida de los sueños de quienes lo habitan y la voluntad de sostener y llevar adelante un rumbo. Contrapunto áspero y extraño, pero no imprevisible, cuyo sonido puntúa la singularidad del tramo histórico y las exigencias que esa singularidad plantea. Doloroso y esperanzado, abierto a lo inesperado y sometido a desafíos arduos de sobrellevar, el complejo y sorprendente momento histórico que estamos viviendo es efecto, ante todo, de una larga trama de necesidades populares y luchas por resolver esas necesidades, y ni la etapa iniciada en 2003 ni su persistente profundización desde entonces pueden entenderse sin asociarlas estrechamente a la lucidez con que fueron reconocidas necesidades y luchas y a la audacia con que se les buscaron soluciones.

2) No son tampoco ajenos a los modos en que fueron reconocidas las necesidades y se implementaron soluciones la marea de pasión política y toma de conciencia que anima a multitudes en el país. Incluida, entre aquello que cientos de miles de argentinos se comprometieron públicamente a defender, la hasta entonces inédita decisión de hacer del rechazo a la represión a protestas o reclamos políticos o sociales un principio básico e irrenunciable. Apuntando a horadar ese principio, el despliegue de brutalidad que se llevó las vidas de Mariano Ferreyra, Roberto López, Rosemary Churupaña, Bernardo Salgueiro y Juan Castañeda Quispe da cuenta de la falta de reparos con que se lanzan a recuperar sus privilegios el viejo orden neoliberal y quienes fueron sus beneficiarios. No extinguido del todo sino todavía operante en las estructuras de la sociedad, e incluso incrustado en el Estado mismo, el orden neoliberal. La movilización popular insinúa que es necesaria otra matriz estatal, y cuestiona un orden que sigue suponiéndose inmutable, en la línea marcada por Néstor Kirchner al ordenar, en un acto de tajante cuestionamiento a ese orden, que se descolgara el retrato del dictador Videla. Si la tentativa destituyente de las patronales agromediáticas no logró concretar su objetivo a través del triunfo de 2009, y si la decisión de doblar la apuesta que eligieron como respuesta Néstor Kirchner y Cristina Fernández produjo una eclosión de la política y la participación popular que resultaban inimaginables hasta poco antes, la actual carencia de perspectiva electoral lleva a que la fuerza destituyente pase por la violencia, además de la inflación y del ininterrumpido trabajo de erosión del gran empresariado mediático.
Nunca dejó de estar el recurso de la violencia en el mapa de lo posible, pero esta nueva irrupción lleva a interrogarnos por las condiciones que le sirven de base, más allá de la evidente constatación de que existen vigorosos poderes fácticos: como ningún otro presidente antes en la Argentina, fue Cristina Fernández quien hizo notar que gobierno del Estado y poder real no son sinónimos. Cuanto más crece la brecha entre ambos más conflictividad: tanto una oportunidad como un peligro, si no se toma nota de lo que está en juego en la situación ni se actúa en consecuencia.
No se entiende la opción por la muerte que hace la antipolítica si no se repara en que este es un momento de inflexión histórica: la existencia rumorosa de vastos sectores que ya no sólo acompañan sino que decidieron dar un paso adelante, es una realidad, marca un giro en el interior de lo que comenzó hace diez años. Profundamente instituyente, la movilización popular hace que el proyecto kirchnerista ya no sea el mismo: vivir una situación que resultaba inimaginable en 2003, reclama dejar atrás las condiciones que traban el proyecto o juegan en su contra. La persistencia de esas condiciones –lo que cruje y reacciona– aparece expresada en los hechos de Villa Soldati, Formosa o Barracas, pero también en otros tramos de una cadena de la que forman parte los desalojos de campesinos del Mocase en Santiago del Estero, el asesinato de jóvenes movilizados en Bariloche, las persecuciones a campesinos en otras provincias del Norte como consecuencia de la “conquista del desierto de baja intensidad” que están provocando quienes bregan por profundizar un modelo de especialización sojera de carácter excluyente, tendiente a reincidir en una inserción subordinada de Argentina en el mundo globalizado, en las antípodas del proyecto de autonomía nacional y de liquidación de las relaciones económicas asimétricas inaugurado por Néstor Kirchner.

3) Porque se hizo mucho, precisamente, es que sale a reclamar atención lo aún no hecho. Tan vasto es el deterioro que produjeron la dictadura y los gobiernos neoliberales que ningún esfuerzo reparatorio puede completar la tarea. Lo que ha sido intocado en estos años, precisamente, es lo que aparece en juego en estos días. Caldo de cultivo para los asesinos y los destituyentes, para la xenofobia y el racismo, lo intocado, las limitaciones que no fueron traspasadas en la vertiginosa marcha del proyecto en curso, hace que allí brote la mayor conflictividad. En el magma de los asuntos pendientes: vivienda, sistema ferroviario, tercerización laboral, persistencia de administraciones comunales o provinciales estrechamente vinculadas a sectores del bloque de poder, autogobierno de las fuerzas de seguridad, formas de burocracia sindical incompatibles con cualquier proyecto democrático y popular. Y sumado a todos ellos la emergencia de fuerzas privadas, las del narcotráfico, que surge con su poder económico, implantación territorial, fuente de sicarios, como nervio inherente a la conservación de un orden hecho de vida popular fragmentada y sin futuro para los débiles. Como el narcotráfico los disparos de barrabravas y matones, y la virulenta belicosidad de pobres contra pobres hablan de una vida popular gravemente dañada. La lógica de las bandas y las mafias que aparecen con la despolitización sugieren que el proceso de descomposición social iniciado hace décadas tiene una profundidad tal que las decisiones a tomar por cualquier gobierno sean difíciles de dilucidarse.
Es mucho, es complejo y es arduo lo que queda por hacer cuando las tramas a deshacer están tan arraigadas, y cuando los intereses económicos del bloque de poder y sus efectos contra los intereses populares operan sobre las oportunidades que el propio modelo actual les abre. No es sólo tarea de un gobierno ni puede hacerse si sólo optan por la expectativa quienes respaldan a ese gobierno. Más aun porque subsiste un Estado estructurado para que sobre él pudiera cimentarse el orden neoliberal. Y si con Néstor Kirchner fue posible dar un golpe de volante en lo que hace a la conducción del Estado, lo que no es poco en relación a la situación precedente, la necesidad de profundizar el proyecto choca contra los límites de un Estado que no está preparado para las transformaciones, terreno de batalla y problema a resolver para los cambios que insinúa el horizonte. Tanto la perduración de estructuras anquilosadas en el Estado nacional y las provincias como la de viejas y arraigadas lógicas del trabajo estatal que subyacen en la cultura argentina exigen buscar formas de superación por quienes aspiran a un sostenido y original proceso de profundización de la democracia.
La decisión de crear un Ministerio de Seguridad y confiarlo a la conducción de Nilda Garré va en dirección de dar la cara a lo pendiente. No debería ser necesario aguardar que el conflicto estalle, como a menudo sucede, para mostrar una solución capaz de sorprender y ratificar el camino iniciado en 2003, pero así y todo este es un paso que, si se prolonga con la misma osadía y firmeza en otros, establecerá la mejor base para que no se diluya lo conquistado. No habrá de ocurrir si no se lo hace enfrentando a las ilusiones triunfalistas que ocultan lo irresuelto, diluyen la percepción de los conflictos y se apoltronan en los datos de las encuestas para flotar pasivamente, lejos de la apuesta al riesgo que permitió los logros que, en múltiples terrenos, obtuvo el kirchnerismo, incluida la aprobación popular. Si entre los más notorios de esos logros se cuenta la vigorosa recuperación de la política, al igual que en otros países de América latina y a contramano de lo que aparece como la norma imperante en Estados Unidos y Europa, será la continuidad de la política, y no la superación de la política a través de la ilusión de una gestión que pretenda representar a toda la sociedad, como si no hubiera intereses contrapuestos, lo que permitirá seguir avanzando. Por la situación económica y por la existencia de un acrecido respaldo popular, el presente es el mejor momento para las reformas estructurales que el pueblo movilizado y las muy concretas urgencias de la población demandan.

4) En este sentido, cobra toda su dimensión la idea de distribución de la riqueza. Hablar, hoy y aquí, de distribución de la riqueza implica hablar no sólo de más inversión social –refutando argumentos tales como que “están los recursos pero se administran mal” y a quienes sostienen las tesis de restricción y ajuste del FMI–, sino también, e imprescindiblemente, de una reforma tributaria. Hay una insoslayable necesidad de mantener en vilo el paradigma igualitario que caracteriza a este momento social, un rumbo que también reclama contar con una nueva ley de entidades financieras, la reforma de la carta orgánica del Banco Central, la participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas y políticas de fondo para afrontar la amenaza de la inflación, apuntando a los formadores de precios y a quienes concentran la oferta de productos y su comercialización, aun con las inevitables resistencias y las maniobras obstaculizadoras, hasta violentas, que esas medidas van a desatar. No se resuelve la redistribución sin conflicto, y a nada está tan ligado el conflicto social en ascenso como a lo redistributivo.
Es la desigualdad social, una de las acuciantes cuestiones que puso sobre el tapete la Presidenta al enfatizar que “todavía falta”, lo que hierve en el trasfondo. Que haya pobres lanzados masivamente a ocupar predios en busca del techo que no tienen es una cuestión alarmante, cualquiera sea el origen de esa decisión. Aunque no deja de incidir en ello la incapacidad del actual gobierno porteño para cumplir sus promesas y la monolítica indiferencia ante el sufrimiento social que resulta de su ideología y de los intereses que defiende, no alcanzaría tanta dramaticidad el problema si la brecha entre quienes tienen más y quienes tienen menos no siguiera jugando un rol determinante, aun con las distintas medidas adoptadas para reducir la desocupación y aumentar la capacidad adquisitiva de los sectores con menores recursos. Sobre ese espeso y candente caldo de cultivo operan los destituyentes, hoy abocados a promover, a través de sus reclamos de orden contra los “miles de tiranuelos que perturban a los ciudadanos” y de sus gritos de alarma ante la “falta de autoridad”, a generar miedo y odio, fogoneando una conflictividad apolítica o antipolítica que anule o sofoque el enérgico renacimiento del compromiso político y el estallido de la potencia de la afectividad compartida en la búsqueda de un destino en común, animados por la conciencia de que, como nunca en décadas, están puestas en juego dos alternativas de país, radicalmente excluyentes la una de la otra.

5) Desde esa perspectiva, hay que seguir emancipando la historia nacional de las partes más corroídas que abriga en su seno, que, por ejemplo, hacen que la explotación de la naturaleza sea lindante con el saqueo, los negocios privados y la puesta en peligro del patrimonio natural común. Los pueblos originarios nos alertan sobre este riesgo que se cierne sobre toda la humanidad. No es solo contra ellos que la injusticia y la fiereza de la Campaña del Desierto parecerían aún estar presentes. Es necesario entonces procurar un nuevo modo de justicia territorial, tejida con nuevas economías y reconocimientos comunitarios. Y si la represión es incompatible con las políticas del Gobierno Nacional, también lo es la expoliación, cuya persistencia implica, para la propia historia común, la amenaza de una fuerza paralizante, al servicio de pequeños núcleos concentrados de dominación. Contra esas y otras amenazas es que un generoso espíritu recorre el país apuntando a celebrar la tarea en común y será, seguramente, el que fortalezca y amplíe las realizaciones ya prácticas en materia de derechos humanos, justicia social, democratización de la comunicación y reafirmación del latinoamericanismo de los pueblos, en la senda de las más vigorosas medidas que caracterizan a este gobierno.
Hay una dimensión ética, por encima de cualquier consideración de oportunidad o conveniencia, en ese espíritu, y es impensable, sin ella, cualquier intento de transformación del Estado, fundamental para impedir una reversión hacia el pasado. No se trata de ser ingenuos o de cultivar un moralismo abstracto, ni de ignorar que existen correlaciones de fuerzas y debilidades propias, sino de apostar a despegarse de la comodidad de lo que se da por sentado. La policía que reprime y dispara no sólo cumple órdenes de los Estados provinciales y las jefaturas incapaces de sensibilizarse ante cuestiones históricas y sociales de primera importancia o ante la evidencia de que son necesidades primordiales las que llevan a agruparse para ocupar un terreno largamente adeudado. Escuchan estos sectores inmovilistas voces muy antiguas, textos muy conocidos, que siguen orientando desde las penumbras de la historia estos capítulos postreros de la Campaña del Desierto y de las patrullas de la Semana Trágica, con el modelo de soluciones drásticas para pueblos considerados inferiores o para extranjeros estigmatizados como una infección extirpable. Grandes nombres de nuestra historia y nuestra literatura, en una perspectiva progresista incluso, hablaron del mestizaje como un mal o de la incapacidad constitutiva de los pueblos indígenas para formar parte de la vida nacional, con parecida seguridad a la que ostenta Mauricio Macri al establecer las razones de la represión a sangre y fuego en la existencia de una inmigración incontrolada desde los países limítrofes. Émulo de la peste xenófoba que, como respuesta por derecha a la crisis, azota a Estados Unidos y Europa, Macri elige una dirección frontalmente contraria a los vientos de integración y hermandad sin fronteras, y con plena inclusión de las diversidades, que animan en este tiempo a América latina.
La formación histórica de la Argentina como nación registra un estilo que hay que superar. El del progresismo en su momento más vacuo, que en sus distintas vertientes políticas, científicas y militares, y en sus acepciones conservadoras y de izquierda, no supo comprender las más sensibles necesidades de un conocimiento sobre los flujos de la historia, la pluralidad de las formas civilizatorias y la existencia de derechos culturales preexistentes de los pueblos arrasados por la expansión de las fronteras agrarias del capitalismo, que hoy vuelven a mostrar su voracidad rapiñadora. Sin que esto sea sorprendente en los emisarios intelectuales y voceros armados de esa expansión que se pintaba con tintes épicos, fue muchas veces compartido por representantes de los pensamientos progresistas y por quienes están ligados a los movimientos de raigambre y vocación popular. Urge construir ahora un horizonte político del presente donde no se admita la reiteración del veredicto de inferioridad de pueblos que tienen otra concepción de la naturaleza, el conocimiento y la vida en general. Se hacen presentes, bajo la condena al mestizaje y la “defensa” ante el diferente “que viene a quitar espacio”, todos los fantasmas del exterminio. Fantasmas que subyacen entretejidos en los vasos capilares de vastas capas de la sociedad, incluso las más pobres, para emerger como pus cuando los intereses de un grupo político o la avidez perversa de los principales medios los convoca. Son los que olvidan que el lenguaje argentino abreva también en aquellos que, sometidos, introdujeron sus sonidos y las formas de sostener, frente a la opresión y la infamia, sus formas de concebir la naturaleza y las vicisitudes del tiempo.

6) Si de ningún modo es la agenda del “orden” la que este gobierno acepta, tan explícitamente como sostiene el principio de que la vida está antes que la defensa de los bienes materiales y aleja a Argentina de cualquier club de países xenófobos, el sostén de tales políticas reclama advertir que no caben en nuestro tiempo los despojos de tierras a los campesinos, las muertes, la represión a los reclamos, la desprotección a las víctimas, las desigualdades ante la ley o ante la aplicación de la ley, por parte de la policía o de la Justicia. No puede tampoco haber tabiques conceptuales entre las culturas de las poblaciones aborígenes, criollas, inmigratorias antiguas y nuevas. Las luchas por la igualdad, la fraternidad y la libertad, en el plano ahora cultural y de los derechos, hacen a la característica de este tiempo. No es admisible que un disparo policial, surgido de marañas políticas insensibles y cómplices, tienda a desbaratar este rumbo latinoamericano y la decisión no represiva del Estado Nacional. ¡Qué contraste cobra este burdo comportamiento de los núcleos políticos que defienden los grandes negocios, amparados en la fachada de federalismo que enmascara lo feudal, con las pronunciaciones y los acentos que dejan oír los representantes de los pueblos originarios! Hay allí un mensaje refundador de las formas más vitales del poderoso mensaje histórico que contiene la idea de federalismo, siempre en riesgo de convertirse en legitimación de una democracia menguada y una economía excluyente.
Transformaciones, las que se necesitan, que están reclamando una forma política capaz de abarcar una coalición nueva de ideas, estilos y actitudes. No se trata de repetir alguna de las experiencias que se ampararon en la denominación “frente”, con fortuna o sin ella, sino de reconocer en la activa e inquieta coexistencia de lo diverso y heterogéneo uno de los componentes más promisorios del movimiento popular que hoy se identifica con los cambios que la Argentina viene viviendo a partir del gobierno de Néstor Kirchner. Capaz de resaltar tanto la diversidad como lo que tienen en común quienes integran esa diversidad, la construcción frentista permite dar nombre y lenguaje a lo que en la experiencia kirchnerista viene de largas y arraigadas tradiciones y a quienes se encontraron expresados en esa experiencia, provenientes de vertientes muy diversas de la cultura política argentina, así como a los miles que en los últimos años abrieron por primera vez los ojos a la política y le dan un aire renovado. Decir que estamos ante un nuevo tiempo es decir que, aunque no deja de reconocer antecedentes, este es un tiempo que trae consigo componentes inéditos, como parte de una historia que jamás se repite, y plantea desafíos para los que no existen respuestas sino necesidad de buscarlas. Todo nuevo tiempo reclama palabras capaces de nombrar lo que hasta entonces no existía, y “frentismo” es la posibilidad de que encuentren un concreto lugar político esas palabras, tanto como los vocabularios y los estilos de los jóvenes que han encontrado en la política un mundo en que reconocerse y una pasión, con la consiguiente puesta en cuestión de los más notorios modos en que fue entendida la participación política en las últimas décadas, en la Argentina
Esa necesaria diversidad requiere un tipo de práctica política que se aleje a pasos acelerados de las viejas mañas de hacer de cuenta que se respeta la opinión de todos pero se primerea con la propia para imponérsela al resto. Este es el momento de definir la práctica política necesaria para que encuentren lugar quienes no lo encuentran en las estructuras existentes y para asegurar los avances: hay una singularidad propicia en la vida política argentina de estos días, que ha salido a la luz como una evidencia jubilosa, y la movilización popular de fines de octubre reafirma allí un rumbo consistente. Muertes de muy diversa índole, inequiparables, coinciden en colocar ante una encrucijada a los miles que se identifican con la novedosa etapa política que estamos viviendo y apuestan a su extensión, única posibilidad de preservar lo logrado. El drama de los arrojados al margen sólo podrá ser atendido, reparado y juzgado de modo adecuado si emancipamos la historia nacional de sus engarces más oprobiosos. Emancipar la historia nacional, puesto que este es el momento de hacerlo, implica nuevas construcciones políticas y la sensibilidad renovada de democratizar la sociedad argentina junto a la comprensión misma de su compleja historia formativa. Otros cortes con un pasado de injusticia se han realizado. El más nítido, sin dudas, respecto de la trama de complicidades con el terrorismo de Estado. También, las reversiones de privatizaciones expropiatorias de los años noventa. Son actos de emancipación nacional. Otros nos esperan y nos exigen. El agrietamento y descascaramiento de la capa de indiferencia y desinterés político que aletargaba la potencia instituyente de las mayorías nos dice que este es el tiempo para llevarlos a cabo. –

Biblioteca Nacional, Buenos Aires, 18 de diciembre de 2010

domingo, 7 de noviembre de 2010

Vivencias


Gerardo de Jong

En este momento Néstor Carlos Kirchner está realizando su último viaje a la Patagonia, a su natal Río Gallegos, en esa provincia no apta para débiles. Tengo 70 años, es decir que he vivido algo más de un tercio de la historia del nuestro país. Por estos atributos del tiempo he participado en la azarosa historia de nuestra sociedad desde 1940 en adelante. Todavía recuerdo los comentarios hogareños acerca del 17 de Octubre: escuché a mis padres hablar de “las patas en las fuentes”. Viví la contradicción entre el típico pensamiento “pequeñoburgués” y las realizaciones del peronismo. Más allá de la aludida contradicción, la percepción y el pensamiento de la sociedad de la época era el de nuestra pertenencia a un país con una gran potencialidad, el de San Martín, el del Himno y las marchas San Lorenzo y Mi bandera, cantadas en la escuela a voz en cuello mientras practicábamos los desfiles con que festejábamos las fechas patrias. La misma voz con que cantábamos la Canción del Estudiante y la del Reservista.
En esos tiempos, un gobernante repudiado por los gorilas “democráticos” (la Unión Democrática agrupaba a conservadores, radicales, socialistas, comunistas y todo un espectro de grupos que se auto titulaban progresistas), un tal Juan Perón, concretaba una serie de proyectos destinados a lograr independencia económica acompañada de soberanía política y justicia con base en la equidad social. Yo era un niño pero podía ver cómo día a día aparecían anuncios de políticas y proyectos concretados, los que incluían las leyes obreras, las paritarias para discusión de salarios, la eliminación de la desocupación, la nacionalización de la banca, el logro de más del 50% del PBI constituido por el sector asalariado, los derechos cívicos de la mujer, el rechazo del ingreso de Argentina al FMI, el rechazo en la 9ª Conferencia Americana a la propuesta de EEUU de crear una organización anticomunista en América, la promoción de la educación pública mediante la creación del Ministerio de Educación (creación de la Universidad Obrera, obligatoriedad de educación pública entre los 6 y 14 años, creación de las escuelas secundarias técnicas, construcción de 8.000 escuelas –más que todas las existentes hasta entonces-, supresión de los aranceles universitarios, educación nocturna para quienes trabajan, etc.), la promoción de la salud pública mediante la creación del Ministerio de Salud (creación de la fábrica nacional de medicamentos para abastecer a los nuevos hospitales gratuitos construidos –se pasó de 60.000 camas a 180.000-, puesta en marcha del tren sanitario -incluía el equipamiento de un hospital de alta complejidad-, campañas de vacunación masiva para controlar todas las endemias, eliminación del paludismo y la lepra, creación se crea el banco nacional de sangre), la creación de la Fundación Eva Perón para ayudar a los más pobres, la promoción del arte y la cultura nacional (promedio de 50 películas anuales, creación de la Orquesta Sinfónica Nacional, exigencia de trasmitir un mínimo de 50% de música nacional), la promoción del deporte en todas sus manifestaciones (se financian las campañas de F. González y J. M. Fangio) y, finalmente, se concreta la constitución de 1949 que consagra los derechos del trabajador, la familia, la infancia y el habeas corpus. En fin, una avalancha de medidas destinadas a la constitución de una sociedad más justa. Viví la muerte de Eva Perón, la vicepresidenta que no fue, la revolucionaria, la de las milicias armadas para defender a Perón, la que entregó su cuerpo trabajando por los que más necesitaban apoyo y ayuda.
Y, luego, la larga noche. Los fusilamientos de la “fusiladora”, los presidentes elegidos en el contexto de los planteos militares y la proscripción del peronismo, incluido un excelente hombre como lo fue Arturo U. Illia, a quién unos energúmenos echaron del despacho presidencial porque trataba de lograr de una u otra forma la habilitación del partido proscripto, las peleas de los chicos militares jugando a guerritas de colores, el golpe que dio lugar al “onganiato” y su final con una sucesión de militares que jugaban a ser importantes.
Luego, por las luchas populares, surgió el sueño de la libertad que vivimos los que acompañamos a Cámpora, el esfuerzo final de Perón, su muerte y el fin de la esperanza. En lo personal, mi tiempo militante más importante fue el de un pequeño grupo que desde 1971 hasta 1973 trabajábamos en la preparación de carpetas técnicas y proyectos de las provincias durante la campaña y durante la breve presidencia del “tío”. Esto no fue importante porque pensáramos que el estar al lado de un candidato y, luego, con un presidente, nos hacía importantes. Lo era por la ilusión, por la esperanza, por el sueño de una sociedad “grande” que intentó hacer grande a nuestro país, también. Éramos los jóvenes de entonces. Los que cantábamos en la plaza “se van y nunca volverán”. Y los buitres volvieron. Nos duró poco la ilusión, pero ese momento histórico sigue en nosotros, aún cuando llegamos a convencernos que la esperanza no florecería nuevamente. Cosa que no sabíamos.
Pero las fuerzas económicas y el poder de los monopolios trabajaba en las sombras, estimulando y respaldando a los militares que se habían olvidado de San Martín: los militares genocidas. Fueron necesarios 30.000 muertos para parar a los ideales de nosotros, el fuego que llevábamos adentro los peyorativamente llamados jóvenes setentistas, los que teníamos más o menos 30 en esos años. En realidad, los militares y sus patrones monopólicos pensaban que eran necesarios 50.000, pero no quisieron o no pudieron llegar a esa cifra. El impacto de una generación devastada en la política argentina es absolutamente real. El poder de los monopolios se había consolidado y, poco quedaba de la política nacional y popular (el “modelo” se dice ahora) del peronismo.
Volvió la democracia pero condicionada con personajes siniestros como Magneto diciéndole a Alfonsín: Uds. ya son una dificultad. ¿Para qué? Para darle espacio a un miserable como Menem, el hombre que transformó el drama de la implementación de los ideales sociales y económicos del peronismo en la farsa de su negación.
Sin embargo, un nuevo amanecer estaba en marcha. Mi percepción de la realidad política hasta bien avanzado el kirchnerismo era que aquella ilusión de los ’70 había muerto definitivamente y que para la recuperación de la sociedad argentina se necesitaban varias generaciones. Lo que pasa, decía yo, es que la desaparición física de la gente de nuestra generación, incluidos los amigos militantes que perdimos, “no constituimos masa crítica en la sociedad, no tenemos a quién transmitir lo que llevamos adentro”. Tal es así que mi militancia la reduje a escribir para futuras generaciones. Creo que no del todo mal. Pero me había equivocado! Me empecé a dar cuenta de ello en el bicentenario cuando vi a nuestro pueblo joven, de mirada fresca, viviendo con alegría y franqueza el presente, de frente al futuro. Pero me faltaba algo más: que esos millones de personas se identificaran con las necesarias consignas políticas, esto es, ver la política en movimiento. Y, si bien se comenzaron a percibir nuevos indicios, la desaparición física prematura de Néstor K (como lo fue la de Evita en su momento) me ha permitido percibir este renacimiento de la política personificado en una juventud que plantea con claridad el ideal de una sociedad más justa y de una Latinoamérica unida. No tiene diferencias, más allá de los elementos inherentes al momento histórico, con aquellos jóvenes que protagonizamos el 25 de Mayo de 1973. La partida de quien entregó su vida para recuperar la esperanza, materializada con miradas y palabras sinceras y acciones coherentes, en hechos tales como la política latinoamericanista, la recuperación de los fondos de las jubilaciones, la asignación universal por hijo, la renovación de la Corte Suprema, la política de derechos humanos, la ley de medios, la reducción de la desocupación, la política redistributiva, los 5 millones de nuevos jubilados, el plan económico y las altas tasas de crecimiento de la economía, la notable reducción de la pobreza, etc., nos ha permitido a los mayores la ilusión y la esperanza de la Patria perdida y, a los jóvenes, la política y la esperanza de que el futuro es promisorio. Es hora de militar en política! Nuevas utopías serán posibles!
Los integrantes de la corporación económico-política tratarán de ocupar el espacio dejado por Kirchner (ya se están anotando), pero su compañera de vida y militancia queda. Y es una mujer fuerte, inteligente y con capacidad política, a la vez que con un equipo de gobierno entero y coherente. Pero sobre todo, con un pueblo militante que no hará concesiones, esas que tampoco nosotros hacíamos en el ‘73. Felizmente, los monopolios no cuentan con la fuerza de las armas, ya que los militares recuperaron el ideario sanmartiniano y no están al servicio de los poderes fácticos. ¿Estaremos todos a la altura de las circunstancias?

Nosotros


por Pablo Marchetti
Para Claudia Acuña, con amor peronista

En el final de la cola, unos ocho metros antes del féretro, en uno de los corredores de la Casa Rosada, una piba llora. Sí, una piba: 16, 17 años, como mucho. Divina, cándida, antelical. Una chica que bien podría uno imaginarse llorando así con una novela del Cris Morena Group o con la llegada de los Jonas Brothers, aunque un poco más hippona. Si Néstor Kirchner hubiera sabido que lo iba a llorar una piba así capaz que no se moría.

Ok, lo que acabo de decir es una reflexión machista, pelotuda, lo que quieran. Olvídense. Pero a ver si queda claro: la plaza de Mayo y sus alrededores se llenó de pendejas y pendejos divinos, pibes muy chiquitos, adolescentes y jóvenes conmovidos por la muerte de Kirchner. Pibes que transformaron en hit el canto “andate Cobos, la puta que te parió”, o su versión extendida: “Andate Cobos y llevate a la Carrió”. O sea, pibes y pibas que hicieron su lectura política del asunto. Pibes y pibas militantes.

Todos putos

Un pibe escribe con aerosol, en el piso, sobre la avenida de Mayo, casi Bernardo de Yrigoyen, Néstor VIVE, y sobre cada una de las V de la palabra VIVE escribe una K, reemplazando la P peronista del PERÓN VUELVE. Me río: se lee KK. O sea, caca. Evalúo por un momento la posibilidad de compartir mi hallazgo con el pibe que escribe con aerosol. Y lo imagino contestándome: “De caca te voy a llenar la cabeza, puto”. Pero no, descartado. El pibe no diría eso. Parece más un pibe que pudo estar tomando un colegio anteayer. Más rockero que cumbiero. Clase media porteña, laburante. El pibe de la fotocopiadora, ponele. Hasta es probable que ni sea peronista. Nada de “eh, puto”. Y menos ahora que a su lado pasa una columna (bueno, un grupito con pancarta), unas treinta personas que llevan orgullosas el cartel que dice “Putos peronistas”.

Sí, los putos y las travas también. En la fila, a ocho cuadras de Plaza de Mayo, está Marlene Wayar, la hermosa Marlene, altísima, flaca, ojos enormes, sonrisa transparente, la voz más lúcida de la diversidad sexual, el pensamiento más sexy del país, una travesti que no cree en el matrimonio pero cree en la igualdad. Quién lo hubiera dicho, Marlene en la fila para ver a Néstor. ¿O debo decir “en la cola”? Sí, Marlene en la cola de Néstor, que esta noche es también promiscua y libertina. Que esta noche es todos con todos, todas con todas, todos con todas, todas con todos, todo con todo. Esta noche, la del pastiche que supimos conseguir. Unámonos. Abracémonos. Te amo, Marlene. Qué bueno que estés acá.

Noche de abrazos

Esta es una noche de abrazos. Me abrazo con Marlene, me abrazo con Claudia Acuña (bueno, con Claudia siempre nos abrazamos), me abrazo con Mariana Collante, me abrazo con Eduardo Anguita (sí, aquí estoy, Eduardo, ¿dónde iba a estar?), me abrazo con Dani Tavarone (Dani, qué linda sorpresa, tanto tiempo), me abrazo con Maxi Vecco (responsable de los videos de ¡Mueva la patria!), me abrazo con mi compadre falopero Felcho Marquestó (nos encontramos de casualidad; él fue a la plaza con Ramón, su hijo de 8 años), me abrazo con el gran Poroto D’Addario, exquisita pluma chabona de Página 12, que está haciendo la cola a la altura de Bernardo de Yrigoyen entre Avenida de Mayo y Rivadavia, me abrazo con Juampi Pichetto, a quien hace años que no veo, y en qué andás, y me cuenta que está haciendo Clase Turista, y me alegro, qué buen programa, y nos fumamos esa tuca que queda, qué bueno vernos, pensamos, y claro, cómo no íbamos a estar acá.

Aquí estamos. Con esa bola de nervios, esa bola de cagazo y esa bola de emoción al vernos, al constatar eso, que aquí estamos. Somos bien distintos y de repente nos damos cuenta de que también podemos ser bien iguales. O que, bueno, esto es lo que nos une. Que no debería haber rencores a partir de esto. Que sí, después da para discutir, para cagarnos a puteadas, a bardearnos, a mandarnos a la concha de nuestras madres o a la puta que nos parió, que si ya llegaron los putos es probable que en cualquier momento también lleguen las putas peronistas, y tampoco tengamos miedo a volvernos un poco trogloditas (o a seguir siendo peronistas, como prefieran), ahora que todos estamos aprendiendo a ser más correctos. Pero siempre teniendo en cuenta esta noche. A bardear, a discutir, pero sabiendo cual es nuestro lugar en el mundo, dónde vamos a marchar cuando las cosas se pongan pesadas. Pensemos en Néstor.

Pensemos

Eso, pensemos en Néstor. No por obligación, sino porque eso es lo que nos sale: pensar, reflexionar, intentar hacer política. Porque después del abrazo, del reconocernos, de la certeza a mitad de camino entre el “qué bueno que estás acá” y el “claro, cómo no ibas a estar acá”, llega la discusión, la reflexión. Si hay algo para lo que sirvió esta noche es para constatar un par de cosas que, hasta hoy, no eran más que cuestiones que se afirmaban sobre la intuición. Ahora nos damos cuenta que era verdad, que la política había vuelto, que la militancia había vuelto. Y esta, la noche del Chau Néstor es la noche de la política y la noche de la militancia.

La vuelta de la política. La vuelta de la militancia. La vuelta de los pendejos a la militancia. Pensemos en Néstor. No, no fue Néstor quien construyó todo esto. Si Néstor fue apenas un gobernador peronista de los 90. Un gobernador de una provincia petrolera que estuvo en la primera línea de combate de la privatización de YPF. Un aliado de Menem y Cavallo. Un tipo al que, antes de llegar a ser presidente, jamás le importó lo que decían los movimientos de derechos humanos, que jamás se preocupó por los crímenes de la dictadura y que, encima, era el candidato de Duhalde.

Sin embargo, Néstor no sólo no defraudó, sino que sorprendió. Uno no esperaba casi nada y el tipo se mandó con varias cosas inéditas y esperanzadoras. Y siguió, aunque todas podrían resumirse en una: no tengo claro si Kirchner era mi amigo, pero estoy seguro de que irritaba a mis enemigos. No sé si a todos (las críticas que tuve, tengo y tendré tienen que ver con eso, con aliados impresentables), pero sí a muchos. Demasiados para los que nos tenía preparada la historia argentina. Y estas cosas sólo se pueden medir en perspectiva histórica.

Juan Domingo K

Más allá de las críticas que puedo tener, creo que Néstor Kirchner (él y Cristina) fue el mejor presidente de la Argentina en los últimos 50 años. O, más precisamente, el mejor desde Perón, desde el primer peronismo, el de los 50. O, para decirlo en términos más constatables, fue el que más se enfrentó a mis enemigos y a los enemigos de toda la gente que vino esta noche. Por eso hay tanta gente que dice “yo no lo voté, pero aquí estoy”, “yo no soy peronista, pero aquí estoy” o “yo soy de izquierda, pero aquí estoy”, como me dijo el pibe que subía al lado mío por las escaleras mecánicas del subte E, cuando llegué a la plaza el jueves a la tarde.

Sí, el mejor desde Perón. Juan Domingo Perón, para más datos. Un milico con simpatías por el Eje durante la Segunda Guerra Mundial, que participó en los primeros golpes de Estado de la Argentina, como oficial del Ejército. Un tipo del que no había mucho que esperar, o más bien de quien se podía esperar lo peor. Sin embargo…

Como Perón, Kirchner hizo mucho más que lo que se esperaba de él. Pero hay algo más que identifica a ambos líderes, a ambos presidentes. Está claro que el peronismo es algo mucho más trascendente, mucho más complejo y mucho más rico que la figura de Juan Perón. Pues bien, si el kirchnerismo es esta plaza, si son esos pibes (y también esos señores, esas señoras, esos laburantes, esos viejitos, esos putos, esos fumones, esos oficinistas, esos fans de 678, esos flacos que se están tomando una birra, toda esa gente que hace seis, ocho, diez horas que está haciendo la cola para pasar 30 segundos a cinco metros del ataúd cerrado donde está el ex presidente), está claro que ese movimiento político y social trasciende con creces a Néstor Kirchner.

No, Néstor no construyó todo esto, pero Néstor fue quien lo leyó. El emergente y, al mismo tiempo, quien abrió el juego. Olvidémonos de la lista de virtudes (Corte Suprema, estatizaciones, juicios a los represores de la dictadura, asignación universal, integración continental) y defectos (pejotismo, mineras, petroleras). En otro momento podemos discutir todo eso. Ahora es el momento de centrarse en el principal logro de este Gobierno: la militancia.

A lo chori

“Chipa, chipa”, grita la paraguaya, sentada en un banquito, con su puestito improvisado donde vende el modesto manjar guaraní. Chipa y no chipá, que quede claro. Acaba de llegar, son las once de la noche. “A la rica chipa”. A su lado, una mujer vende pósters con la foto de Néstor y Cris, y papeles y fibrones. ¿Para qué? Lo aclara en el papel que tiene escrito: “Néstor, siempre con vos”, dice el papel, escrito con fibrón. Que cada uno escriba lo que quiera, pero que todo el mundo sepa que puede escribir cosas como esa, como una forma de hacer catarsis o de romper el cerco mediático de Clarín.

Más allá, un tipo comienza a prender la parrilla. “El chori y el paty salen como piña”, me dice un parrillero que está prendiendo otro fuego porque ya agotó stock y va por el ballotage. Se venden también banderas, cintas negras, escarapelas. Y para beber, gaseosas, cerveza, café. Me cuenta Mariano Lucano (estoy caminando por avenida de Mayo con él y con Flavia, su novia) que en el entierro de Alfonsín (no, no fui) no había choris ni nada de eso. Pero que, a cambio, el McDonalds de enfrente del Congreso estuvo abierto toda la noche.

Acá los negocios están cerrados. Los bares bajaron sus persianas después de la medianoche y sólo quedan algunos, poquísimos, maxikioscos. Por eso a la una de la mañana se siguen prendiendo parrillas. Puede parecer liturgia peronista, pero acá los compañeros tienen hambre. Y el chori se cobra, eh. No se regala, eh. Que acá no hay micros, no hay aparato, loco, eh. Nadie vino por el chori y la Coca. Ni siquiera vino por Néstor. Acá la gente, la mayoría de la gente, vino a hacer el aguante y a no sentirse tan sola. Vino a tratar de dejar claro que esta vez no, no nos van a volver a cagar.

Qué grande sos

Sí, claro, los pendejos. Sí, claro, la clase media progre. Sí, claro, los zurdos, los intelectuales, los universitarios, los profesionales. Por supuesto, todos ellos están. Pero también está el peronismo. También está la gente que se tuvo que tomar tres bondis para ver el cajón. Está Zulema, que vino de San Justo. Está la gente del Docke y otros que vinieron desde las provincias. También están (en primera línea) los militantes peronistas de veintipico, de treintaipico, esos productos tan típicamente Néstor que volvieron a sentir orgullo de ser peronistas. Que cantan la Marcha y se emocionan y hacen emocionar a quienes alguna vez nos emocionamos cantando la Marcha.

Otros hits: “Olé, olé, olé/ Nestoooor… Nestoooor”, con acento en la “o” alargada final. Pero sobre todo uno, bien peronista, que advierte: “Che gorila, che gorila/ no te lo repito más/ si la tocan a Cristina/ qué quilombo se va armar”. Ese y el de Cobos son los más escuchados. Los pibes proponen, advierten. Nadie dice boludeces, ni nadie evoca fantasmas. Hay un mensaje concreto: no jodan. Y viendo toda esa gente, sintiendo la emoción y la onda que hay en el aire, por un momento da para el entusiasmo, da para pensar que quien sabe, tal vez…

Oficialitis

Néstor irritó a nuestros enemigos y más allá de las diferencias, más allá de las medidas y aliados impresentables, más allá de la minería y el pejotismo, el espanto que generaban esos enemigos siempre pudo más. Y cada vez que alguno de estos enemigos mostraba los dientes y las uñas daba ganas de volverse más K que Orlando Barone. Sí, lo confieso: muchas veces, escuchando a Biolcatti, leyendo a Morales Solá o a Mariano Grondona o viendo algunos títulos de Clarín me dieron ganas de pasar por la galería Bond Street, tatuarme la cara de Néstor y Cris en la espalda y después salir, ir al estudio de Canal 7 donde se graba 678 y decir: “Mirá, Barone, a que vos no tenés un tatuaje así, soy más oficialista que vos”.

Desde el miércoles, cuando Néstor la quedó en Calafate, las bestias comenzaron a mostrar los colmillos. Son los mismos simios gigantes que quisieron dictarnos lecciones republicanas impresentables luego del velorio de Alfonsín, sin olvidar que ellos habían odiado a Alfonsín. Pero claro, Alfonsín se quedó ahí. Lo intentó tibiamente, arregló, no supo. Sí, por supuesto, vivió modestamente, no como estos millonarios santacruceños. Pero políticamente terminó devorado por sus enemigos, sin siquiera haber atinado a pelear como es debido. Se confió, actuó como una persona y, como tal, creyó en la humanidad de las bestias que lo rodeaban.

No, Néstor no era de esa estirpe. Néstor peleaba. Por eso, como bien dice Beatriz Sarlo, prefirió no convertirse en patriarca y morir luchando. Por eso, en su despedida, no hubo ningún Biolcatti, ningún Cobos, ningún Morales Solá, ningún Duhalde. Sí, claro, nadie se alimenta de vidrio: sí hubo un Scioli o un Gioja. Pero otra vez: se podrá criticar a los amigos, pero nunca se dudará de la calaña de los enemigos. Porque lo mejor de Néstor era cuando no dialogaba con quienes reclamaban diálogo pero en realidad querían exigir, y cuando se peleaba con quienes merecían que los cagaran bien a trompadas.

No se trata aquí de comparar entierros. Pero no sólo es necesario dejar en claro que a Néstor lo despidió por lo menos el doble de la gente que le dio el último adiós a don Raúl. También sería bueno recordar que entonces hubo algunos imbéciles que destacaron lo masivo del entierro de Alfonsín (que lo fue) y presagiaban una muerte en soledad para Néstor. Que la chupen, que la sigan chupando. Vos, gorila republicano, la tenés adentro. ¡Vamos todos! “Tomala vos/ dámela a mí/ el que no salta/ es de Clarín”.

9 años no es nada

Camino con Mariano Lucano y de repente tengo un dejà vu. ¡Esto parece el 2001! Cuando también caminé con Mariano, por estas calles, dos años antes de Barcelona. Bueno, no, nada que ver: todo está tranquilo, no hay represión, ni siquiera un poquitín de clima tenso o jodido, ni siquiera una pizca de paranoia. Hay miedo, sí, pero es un miedo por el devenir político, no por el presente, no por la caminata por estas calles. Y hay que decirlo aunque suene pelotudo o inocente: hay esperanza. Por lo demás, estamos como entonces. Nueve años no son nada. Somos los mismos que entonces. Y algunos otros, más pendejos, que podrían haber estado ahí.

Mariano me cuenta que ayer se cruzó con Diego Parés (el dibujante que mejor retrató el 20 de diciembre de 2001) y con el Niño Rodríguez. Me imagino que deben estar (como Mariano, como yo) descosiéndose el cerebro pensando en qué carajo van a decir, qué corno es lo que van a dibujar de todo esto. A mí se me enquilomba todo. No puedo parar de pensar, como todos los que estamos aquí. Como no podemos (sí, lo bueno de esto es lo fácil que es pasar del “yo” al “nosotros”) dejar de sorprendernos y emocionarnos, como todos los que estamos aquí.

Gracias totales

Aquí abunda el análisis político al paso. Lo admito, no puedo parar de hablar con todo el mundo. Charlo, discuto (ya lo dije, ¿no?). Por supuesto, se habla de quién ocupará el lugar de Néstor. Quién se bancará al PJ, quién evitará el aluvión Scioli, cómo hacer para no cagarla en este momento político que, bien manejado, puede ser bastante favorable para una salida digna. O sea, para evitar que el Mal Mayor se haga cargo del asunto. Y para neutralizarlos por un buen rato. El precio a pagar puede significar el convencimiento casi religioso de que aquello que considerábamos el Mal Menor se transforme de repente en un Bien Aceptable. O al menos que mude su domicilio a los suburbios del Bien, a pocas cuadras del Riachuelo o la General Paz del ideal ideológico.

Más allá de la especulación macro política, el verdadero desafío es ver cómo articular todo esta voluntad colectiva, este montón de ganas, de abrazos y de emoción al margen de toda especulación electoral. Por supuesto, lo electoral existe y es relevante. Pero nadie piensa en Máximo o en Alicia por aquí. Ya se verá si el hijo presidencial puede realmente ser una opción y si eso realmente puede ser bueno. Por el momento, parece tener menos carisma que Fabián Matus, pero estos momentos suelen hacer milagros. Si no, mírenlo a Ricardito Alfonsín.

Lo que realmente importa ahora es cómo salir de esta plaza. Y lo más importante, cómo hacer para volver a encontrarnos todos aquí, con esta misma emoción, con esta misma fuerza. Cómo tener la certeza de que, si nos joden, aquí vamos a estar. Aguantando los trapos. No los de Néstor ni los de Cristina. Los nuestros, los de los montones de personas que no queremos que nos rompan las pelotas. Los de todos aquellos que estuvimos horas y horas esperando para ver durante 30 segundos un ataúd cerrado, porque sabíamos que allí adentro había un tipo especial.

Un tipo que no fue ni un héroe revolucionario, ni un gran ideólogo, ni siquiera alguien muy parecido a nosotros. Sin embargo, ese tipo fue quien hizo el milagro de juntarnos, de hacernos tomar conciencia de que somos un montón y de darnos cuenta de que hay ciertas cosas que no vamos a permitir. Bueno, no exageremos, que somos frágiles. Pero al menos ahora sí tenemos claro que hay cosas con las que no se jode. Por eso, aunque sólo sea por eso, gracias Néstor.

Un accionista del diario Río Negro criticó una nota de Alicia Miller


El Licenciado Alberto Roberto Laría Rajneri es accionista minoritario del diario Río Negro y fue quien escribió una carta de lectores refiriéndose al tratamiento que dio la periodista y editorialista Alicia Miller sobre la muerte del ex presidente Néstor Kirchner y cuestiona la fortaleza de la presidenta bajo el título ¿Es débil Cristina?
“El microclima de gueto mediático en el que vivís no te permite abrir una ventana a la vida de una realidad más rica y generosa”, cargó Laría Rajneri.
“Hoy, en tu palabra escrita quedará el testimonio que no están dispuestos a esperar a que enterremos a nuestro muerto. Están ávidos. Y son filosos los cuchillos mediáticos. Puesto entre los dientes, ya parten como comandos feroces para merodear al gobierno de Cristina. Es la esperanza oscura de la derecha más afectada por un gobierno que vino a restituir la dignidad de los postergados y la dignidad del país”, dice uno de los párrafos de Laría Rajneri en su carta publicada en algunos sitios de Internet.

Antena Libre dialogó con Alberto Laría Rajneri quien expresó el sentido en el que fue escrita la carta contra Alicia Miller.

jueves, 28 de octubre de 2010

Mensaje por la muerte de Néstor Kirchner

Se reproduce un comunicado de prensa difundido por Carta Abierta Neuquén el 27 de octubre d 2010

La Argentina se despide hoy de un estadista que comprendió que no siempre la política es un juego entre costos y beneficios. Aún en momentos complejos, las convicciones guiaron el horizonte de las realizaciones que Néstor Kirchner llevó a cabo durante su gobierno, pero sobre todo durante toda su vida como militante político.

Cuando el país parecía un barco a la deriva, el ex presidente se planteó metas concretas: bajar la desocupación, atacar la pobreza, ejercer Justicia Reparatoria para los crímenes de la Dictadura, y consolidar el lugar de la Argentina en el contexto de América Latina y frente a la prepotencia de los organismos internacionales.

El pueblo argentino despide a un presidente que como ningún otro, honró el ejercicio de la primera magistratura. Saluda y renueva su compromiso de apoyo al Modelo y al gobierno de la presidenta Cristina Fernandez

domingo, 24 de octubre de 2010

Aborto legal, seguro y gratuito: posición de Carta Abierta Neuquén

Carta Abierta Neuquén pide a los legisladores que debatan el proyecto de ley para despenalizar el aborto en Argentina, elaborado por la Campaña por un Aborto Legal, Seguro y Gratuito

El proyecto de interrupción voluntaria del embarazo presentado en el Parlamento fue consensuado por 300 organizaciones que apoyan la iniciativa de la Campaña por un Aborto legal, Seguro y Gratuito, campaña que lleva 5 años procurando que el Poder Legislativo de la Nación debata este proyecto de ley que es clave para el ejercicio de la libertad de las mujeres de Argentina y cuenta con el apoyo manifiesto de 47 legisladores y millones de firmas de respaldo (http://abortolegalseguroygratuito.blogspot.com)
Carta Abierta Neuquén considera imprescindible que este proyecto sea debatido por los legisladores, y en tal sentido apoya la iniciativa que seguramente contribuirá a poner freno a las muertes de miles de mujeres por una causa evitable, injusta e innecesaria, pues despenalizando el aborto cesaría el imperio de una legislación discriminatoria que perjudica a las mujeres, y fundamentalmente a niñas y jóvenes de bajos recursos.
Según Human Rights Watch, en Argentina el 40% de los embarazos terminan en aborto, porcentaje que duplica la media de América latina. El aborto es un grave problema de salud pública en Argentina y la única respuesta que ha dado el estado durante décadas es su criminalización. Se estima que en nuestro país el aborto practicado, en razón de su criminalización, en condiciones técnicamente no seguras, ha ocasionado el fallecimiento de 6.000 mujeres considerando únicamente los últimos 25 años, constituyendo la primera causa de muerte materna en Argentina.
Esta cifra no es más que la punta de un iceberg, pues, pese a su prohibición el aborto se realiza en el país: cada hora 7 mujeres egresan de un hospital público después de haber sido internadas como consecuencia de complicaciones debidas a abortos realizados en modo no seguro, cifra que se multiplica por 7, por las mujeres que se realizan abortos de modo seguro que generalmente no requieren internación por complicaciones ni mueren a causa del procedimiento.
Despenalizar el aborto es cumplir con legislación internacional a la que adhiere Argentina desde la reforma constitucional de 1994 y cumplir con el compromiso con los derechos de la mujer, con su derecho humano a la libertad de decidir sobre su propio cuerpo, territorio primero donde ejerce su soberanía. No es razonable que una sociedad plural y tolerante que vive en un Estado laico impida, en nombre de cuestiones dogmáticas, el ejercicio de derechos de raigambre constitucional.
El 29 de junio de este año, la Universidad Nacional de Córdoba decidió apoyar, mediante resolución, el proyecto de despenalización del aborto hasta la semana 12, que fue presentado en el Congreso de la Nación para su tratamiento en marzo del corriente. El 13 de agosto pasado, la Universidad de Buenos Aires hizo lo propio, tomando como modelo la resolución de la Universidad Nacional de Córdoba y un texto previo, analizado y avalado por el Consejo Directivo de la Facultad de Ciencias Sociales de idéntica Universidad. Los últimos días de agosto, sumó su apoyo para el pronto tratamiento parlamentario, la Universidad de La Plata, desde la Facultad de Periodismo y Ciencias de la Comunicación.
Por todo lo expuesto Carta Abierta Neuquén pide a los legisladores nacionales asuman el compromiso perentorio de debatir el proyecto de ley para despenalizar el aborto en nuestro país.

lunes, 21 de junio de 2010

Notas sobre la "Declaración del Bicentenario"


Éste es un resumen de la presentación que hizo Gerardo Burton en la reunión de Carta Abierta Neuquén el 14 de junio pasado. El texto incorporó parte del diálogo posterior a la presentación.
El documento emitido por Carta Abierta nacional con motivo del Bicentenario de la Revolución de Mayo, a diferencia de varios discursos y relatos difundidos en estos días, no ofrece una postura cerrada ni narra una realidad fotografiada y estática. Por el contrario, plantea varias cuestiones que quedan abiertas y que no se habían puesto en discusión: por ejemplo, la cuestión cultural, la revitalización de la política, la institucionalidad como un espacio en disputa entre fuerzas contradictorias y hasta antagónicas.
Hacia el final del texto, luego de una enumeración pormenorizada de los momentos más críticos que consolidaron el predominio del país agroexportador, parte de un sistema colonial moderno y de su contracara, las luchas populares y los movimientos surgidos desde la periferia hacia el centro y desde lo profundo hasta la superficie, se plantea la necesidad de conjurar “las maniobras de quienes conspiran en las sombras y agitan desde los espacios mediáticos”. Así aparece uno de los principales problemas de estos días: la pelea que se da por el poder en el campo común que es la comunicación.
En consecuencia, también es necesario “resguardar al país de la corrosión de sus lenguajes y de una sensibilidad social, cultural y política menguada en sus capacidades críticas y creativas, como de los condicionamientos en los modos de vida y de pensamiento impuestos por las culturas imperiales. Sabemos que no se sale indemne de las heridas infligidas por los poderes de la dominación y que las diversas formas de la injusticia, la humillación y la fragmentación marcaron a fuego el tejido social. Pero también percibimos que algo poderoso vuelve a manifestarse en la patria de todos. En la particular situación de América Latina en estos inicios del siglo XXI, este pueblo, hecho de memoria y de presente, escrito su cuerpo por las mil escrituras de la resistencia, las derrotas y los sueños, tiene la potencia de realizar ese llamado ante los peligros y la afirmación de su resistencia ante toda forma de la devastación”.
Es que, como nunca, está claro que el poder real no reside en quien gobierna sino en quien detenta el poder económico y cultural –como antes el militar-, y que las clases dirigentes funcionan como asalariados de ese poder. Clarificar este punto es crucial, dado que entonces se puede analizar con mayor grado de corrección el verdadero sentido de las palabras. Es decir, ¿cuál es el significado de ‘libertad de expresión’ cuando los medios de comunicación son el poder, en principio de la oligarquía y ahora de las fortunas concentradas? Cuando se alude a Mariano Moreno y sus expresiones sobre la libertad de prensa al fundar La Gazeta, se olvida que ésta era un órgano oficial del gobierno de la Primera Junta, o de un sector de éste. No era iniciativa privada.
Por eso, y acertadamente, el documento expresa que el estado del pueblo es “hoy, la vigilia: apuesta a la defensa de las reparaciones alcanzadas y a la perseverante insistencia en lo pendiente. Si es capaz de mirar al pasado de la nación e inspirarse en la épica americanista de los revolucionarios de mayo, lo hará porque su realización está en las señales del presente y en la apuesta al futuro. Tiene ante sí el desafío de dar lugar a lo nuevo que surge y de contribuir a que se extiendan y fortalezcan los modos en que los argentinos deciden vivir su libertad para afianzar la de todos. Estamos convocando a un acto de emancipación, capaz no sólo de enfrentar las trabas que interponen, ayer como hoy, los intereses poderosos, sino de proponer nuevas soluciones imaginativas y nuevos objetivos que estén a la altura de una sociedad enfrentada al desafío acuciante de ser más equitativa. Y a través del ejercicio de la libertad, de la participación y de la movilización, a llevar a cabo las grandes tareas pendientes, particularmente las que conducen a enfrentar las desigualdades sociales que persisten como una llaga que no se cierra –tareas cuyas señales han sido dadas en estos últimos tiempos-. Un mayo de la equidad y de la igualdad, un mayo en el que la riqueza sea mejor distribuida entre todos los habitantes de esta tierra. Por todo esto convocamos, con el entusiasmo y la pasión que emanan de nuestra historia compartida, a emprender las transformaciones estructurales y culturales que se necesitan para contrarrestar el saldo de décadas de deterioro y desguace, y avanzar hacia nuevos modos de relación entre los ciudadanos, la política y el Estado. Somos esos sueños y esas múltiples y diversas experiencias sin las cuales no podríamos imaginar un futuro. Conmemorar el Bicentenario implica tomar nota de lo nuevo y convocar lo existente hacia una profundización de la democracia. Los hombres de Mayo tuvieron ante sí la tarea de construir una nación despojada de la herencia colonial. Lo hicieron en parte y la situación de América Latina exige la continuidad de ese esfuerzo. Como para ellos antes, para nosotros hoy no hay retroceso tolerable y sí un enorme desafío histórico: la construcción de una sociedad emancipada y justa”.
Hasta aquí unos fragmentos del documento, y una crítica: en la enumeración de las luchas populares se produce un lapso que casi roza la censura: de la mención del Cordobazo en el año 1969 se salta, casi como por encanto, a “los rostros de la militancia por los derechos humanos”. Falta la experiencia guerrillera, y falta la mención a los desaparecidos. Se puede aducir que no hay perspectiva histórica, pero creo necesario tomar de las organizaciones que optaron por la lucha armada sus aciertos, pues sus errores están a la vista y, a fin de cuentas, también se planteó como parte de una gesta emancipadora. Y de los desaparecidos, como una suerte de “vanguardia de la resistencia”, una experiencia absoluta y brutal que tiñó como mancha de aceite toda la sociedad. No pueden ser escondidos en los pliegues de la historia.
UNAS PROPUESTAS
Tal como quedó dicho, el documento se propone abierto. Por ejemplo en un artículo publicado hace semanas en un diario de Buenos Aires, el economista Aldo Ferrer apuntaba una serie de temas para trabajar en el futuro inmediato. El artículo, titulado “Hacia el tercer centenario”, impulsa a trabajar y a reflexionar en cinco “desafíos”: la ocupación del territorio; el régimen político-institucional; la cohesión social, la estructura productiva y la inserción internacional.
En cuanto a ocupación del territorio, expresa Ferrer algo que toca de cerca de las provincias, en especial a las patagónicas. La necesidad de construir un “federalismo económico” que implique el despliegue del desarrollo “de todas las regiones en un sistema nacional integrado”. Para eso, deben funcionar en forma solidaria y asociadas las tres jurisdicciones del Estado –nación, provincias y municipios- en una “estrategia de desarrollo inclusiva de todas sus regiones”. Explica Ferrer que “la última reivindicación territorial pendiente, la recuperación de Malvinas, se logrará a su tiempo, dentro del derecho internacional, a medida que el país consolide su desarrollo y fortalezca su presencia internacional”.
En cuanto al régimen político-institucional, sin eludir la presencia de tensiones cuya resolución en paz requiere fortalecer las reglas de juego de la Constitución y la división de poderes, se apunta a transformar “profundamente” la sociedad y sostener los cambios en el reparto del poder, la riqueza y el ingreso.
El tejido social, continúa Ferrer, “hereda las asimetrías de la formación histórica del país, desde los tiempos de la colonia. La situación fue profundamente agravada durante el período de la hegemonía neoliberal (1976-2001/2002)” cuando se registró un aumento “dramático” de la pobreza, la fractura del mercado de trabajo, el desempleo y la desigualdad en la distribución del ingreso y de las oportunidades creadas por el sistema educativo.
También es necesario construir una “economía integrada, diversificada y compleja, apoyada en tres ejes: las cadenas de valor de alto contenido tecnológico de su producción primaria, una gran base industrial que incorpore las actividades de frontera científico-tecnológica y el despliegue en todo el territorio”.
En el contexto internacional, “deberá abandonarse también el supuesto neoliberal de que el país es un segmento del mercado global, cuya economía debe organizarse conforme a las señales de los centros de poder mundial. Esta visión es incompatible con el desarrollo económico que, siempre y en todos los casos, es, en primer lugar, la construcción en un espacio nacional”. Y a continuación, Ferrer enumera las sucesivas hegemonías en la historia argentina –Gran Bretaña primero y luego Estados Unidos- y advierte sobre los riesgos de construir dependencias similares respecto de China o Brasil puesto que “la capacidad de gestionar el conocimiento demanda la existencia de una estructura productiva, compleja, integrada y abierta, vinculada a la división del trabajo y el orden global a través del intercambio simétrico de los bienes y servicios portadores del avance tecnológico”. Es que, concluye, “la especialización limitada a la producción primaria es la vía más segura al subdesarrollo y la subordinación”.
EL ESCENARIO
Entonces, un rápido vistazo sobre la constitución de Carta Abierta y los cambios ocurridos en la Argentina desde el gobierno de Néstor Kirchner continuados por el de Cristina Fernández.
Después de diciembre de 2001, verdadero final del siglo XX para la historia política argentina, el Estado estaba redefinido según el modelo neoliberal, y la transferencia de obligaciones y responsabilidades a los individuos y grupos –ausencia en educación y salud; vacancia en la cuestión de la justicia- hizo necesaria la construcción de una nueva forma de hacer política. Ése fue el momento de la transversalidad, de una suerte de horizontalidad que descabezó a los poderes tradicionales del peronismo –gobernadores, intendentes del conurbano bonaerense, caudillos sindicales-. Sin embargo, la operación de trasvasamiento no se completó.
Los gobernadores volvieron a imponerse –vía la famosa “liga” o sus legisladores, diputados y senadores en ambas cámaras-. Los intendentes, convertidos en los “barones” del conurbano, retomaron su poder; y lo mismo ocurrió con los sindicalistas de la CGT.
Ésta no pretende ser una descripción completa, pero sirve para ilustrar un cierto clima: la aparición de Carta Abierta implicó la posibilidad de reflexionar sobre los acontecimientos, ofrecer una mirada diferente de la de los medios de comunicación social y definir un territorio de pensamiento. Eso ocurrió antes de la crisis con las patronales del campo.
Si algo aparece claro en ese conflicto es que la mesa de enlace ruralista –que concentró a los sectores más ricos del país, los históricos y los advenedizos- no fue un armado espontáneo. O si lo fue, se disimuló muy bien. Salvo la Federación Agraria Argentina, son las mismas entidades que formaron, en 1975, una asociación en contra del gobierno constitucional de entonces.
Bajo la mesa de enlace se cobijaron los resortes más firmes del establishment: los agroexportadores; los dueños del sistema financiero; los propietarios de los medios de comunicación social. Básicamente eran ellos con algunos compañeros de ruta, en un movimiento transversal que atravesó también al gobierno y sus aliados. En esos grupos de poder se nucleó la reacción contra el cambio de modelo político institucional –los juicios por violaciones a los derechos humanos; la apertura de la comunicación; la reestatización de resortes básicos de la economía como el sistema jubilatorio, las aerolíneas, la televisación del fútbol; el pago de deuda con reservas-.
La construcción de la oposición pivoteó en torno de dos ejes: la inacción del gobierno, a quien tomó por sorpresa, y el acierto en la elección de los temas a instalar. La pérdida de iniciativa oficial fue el primer impulso que envalentonó al sector y comenzó a vislumbrarse la posibilidad de bloquear o condicionar el ejercicio del poder. Esto ocurrió hacia el final de la presidencia de Néstor Kirchner y se profundizó con la asunción de Cristina Fernández, en especial con el caso Antonini Wilson y la valija venezolana.
Se gestó así un escenario de supuesto refuerzo institucional, de juego democrático de los poderes y el sistema jurídico que en rigor significaba un condicionamiento casi absoluto a la acción del gobierno. Se trataba de “pialarlo”.
En simultáneo, se inició una tarea de erosión y deterioro de la imagen presidencial: que el gobierno lo ejerce el matrimonio, donde la voz cantante es la masculina; que las giras al exterior no sirven más que para comprar carteras y vestidos de moda; que el Tango 01 es utilizado por la hija de la Presidenta; que la imagen presidencial –maquillaje, aspecto- es de frivolidad y casi kitsch, etcétera.
Esa construcción tenía un objetivo confeso: lograr la parálisis del Ejecutivo para que no haya otra salida que la dimisión o la inercia absoluta. Por eso se la calificó de destituyente: en esta ocasión la salida del poder no se haría por un impulso expreso de la fuerza opositora –sea ésta cívica o militar- sino por una supuesta imposición de las circunstancias, casi en el nivel del fatalismo. Sería el corolario de una serie de falacias: esta gente no sabe gobernar; no tienen proyecto político; son ineptos salvo para la corrupción, y las soluciones son institucionales –p.e. el recurso al vicepresidente de la Nación-. Este armado eclosionó con el conflicto con los ruralistas, y contó con el abono de los desaciertos y algunos flagrantes errores del oficialismo. Sin embargo, la mayor irritación, que incidió en forma directa en las ansias destituyentes fueron los aciertos del gobierno –mencionados más arriba- y coronados con el proyecto –ahora ley- de servicios de comunicación audiovisual.
El fallido intento destituyente incorporó, luego de la votación contraria a la resolución 125 y la paridad electoral de junio de 2009, un nuevo ingrediente: el conflicto social, azuzado y magnificado –en sus consecuencias molestas para la vida social- por las empresas periodísticas. Así, la protesta piquetera –oficial u opositora- se potenció y en paralelo la información relativa a la delincuencia de manera de generar la sensación de inseguridad. En el circuito de profecía autocumplida, los representantes de este sector aparecieron como los gurúes de las soluciones a estos problemas y responsabilizaron de su incremento al gobierno.
En esto, otra vez coincidieron estas entidades con sus posturas previas al golpe de 1976. El discurso de la Apege –tal era el nombre de la mesa de enlace de entonces- al tiempo que llamaba a la pacificación social, informaba que la única salida política era la propuesta por ellos. Algo parecido ocurre hoy: la ineficacia supuesta de Cristina Fernández sólo puede ser remediada por su vicepresidente, o por algún dirigente de la oposición embanderado en el ideario mesaenlacista.
LA CUESTIÓN DESTITUYENTE
Es interesante señalar dos situaciones en la nueva etapa política. La primera, de manera analógica con lo que ocurrió en 1945 con la ocupación del espacio social y político por parte de los trabajadores y de quienes formaron el primer peronismo. En la actualidad ocurre algo que merece un análisis. Históricamente, el peronismo –y sobre todo la generación de 1970- cuestionó la legalidad institucional y la validez de la experiencia democrática, de la que estuvo proscripto desde 1955 hasta 1973. Esa consideración peyorativa dejó las instituciones en manos de los representantes de los sectores más conservadores ligados al establishment.
Cuando la actitud hacia la institucionalidad en general y la democracia en particular cambió, y el gobierno kirchnerista decidió dar la batalla dentro de ese marco jurídico y legal con la exigencia de que las instituciones respondan a las funciones para las que fueron creadas, comenzó la disputa, la pelea por ese espacio. La pregunta de los sectores dominantes pareció ser: “¿Y a estos, qué les pasa? ¿Qué quieren acá?
Así, el peronismo, hecho maldito del país burgués, volvía a convertirse en los primeros años del nuevo milenio en un nuevo hecho maldito: esta vez, del sistema institucional, al que desafiaba desde adentro a cumplir con la función para la que había sido creado.
El segundo ingrediente a destacar es que, cada vez que el gobierno presuntamente fue derrotado –una bolsa de dinero en el baño de la oficina de Felisa Miceli, caso de la valija; resolución 125; elecciones del 28 de junio de 2009- apostó a más y duplicó la apuesta por el poder: ley de servicios de comunicación audiovisual; asignación universal por hijo; reformulación y denuncia de la apropiación de Papel Prensa y ahora la reforma de la ley de entidades financieras. En una paráfrasis de los asesores de campaña de Bill Clinton, este momento del país se podría explicar diciendo “es el poder, estúpido”.
LA PREGUNTA SOBRE LA REGIONALIZACIÓN
Quizás por un defecto profesional, o por eso de que lo universal para por la aldea de uno, interesa pensar qué ocurre en Neuquén con el Bicentenario, en una provincia con característica de multicultural, poliétnica y, en cierto sentido binacional. No es menor saber que en esta provincia vive la mayor cantidad de habitantes mapuches –acriollados o no- por lo cual contiene a una de las franjas mayoritarias de pueblos originarios en el país. Además, aquí reside la mayor proporción de población de origen chileno en el país. Por último, se mantiene la condición aluvional en la constitución de su sociedad por la continuidad de migración de otras provincias.
Su condición de frontera –en un sentido geográfico- tiene correlato con el variado mestizaje de culturas, pueblos y gentes. No hay una sola, y toda la historia está por escribirse: desde la de los pueblos originarios hasta la campaña del desierto y las mismas misiones religiosas.
En una paráfrasis de los juegos de palabras a los que es tan afecto el rabino mediático Sergio Bergman, se puede decir que la grandeza de Neuquén es su diversidad y la diversidad de Neuquén es su grandeza. En eso comparte con el país su mayor variedad, su mayor riqueza: el mestizaje y, sobre todo, el mestizaje cultural. Nada de culturas endogámicas o de supuesta pureza racial. Lo más rico, lo más variado, lo más hondo y lo más amplio es el mestizaje.
Y en ese contexto, en Neuquén se mantiene un atractivo adicional: el rechazo a las jerarquías y a las aristocracias culturales y sociales y, por contrapartida, la reivindicación de lo plebeyo, de lo cimarrón. Su cultura se enmarca, entonces, en la mejor tradición nacional: si en el siglo XIX lo más genuino de la literatura argentina fue la poesía gauchesca, y “Martín Fierro” fue designado como el gran poema nacional, la cultura neuquina es matrera: matrera porque no se adapta, porque va por fuera de los cauces institucionales aunque a veces los utilice y porque en la marginalidad también encuentra su fuerza.
Esta condición también tiene otra cara, la de un individualismo extremo. Resulta muy difícil, en cualquier disciplina artística, mantener la continuidad de un grupo o de una tendencia. Porque también hay una mayor accesibilidad a los medios de producción cultural que en otras jurisdicciones. Entonces, pelea contra las jerarquías y aristocracias y accesibilidad a las maquinarias de “fabricar cultura” son dos condiciones que se superponen y sostienen la actividad en este campo.
El carácter binacional que diluye la frontera también le da una peculiaridad a esa frontera: no es geográfica ya –la cordillera de los Andes actúa como factor de unión y no de separación- sino política: el ferrocarril que se interrumpió a ambos lados, argentino y chileno respectivamente en Zapala y Lonquimay constituyó una barrera. Por eso no es casual que haya una población denominada Andacollo en Chile y en Argentina.
A manera de síntesis de lo anterior, se puede expresar en binomios generalizadores –y por eso mismo muchas veces inicuos- esta situación cultural en la provincia del Bicentenario: individualismo/rasgos corporativos; lo matrero/lo cosmopolita, excesivamente cosmopolita a veces; lo marginal/lo institucional.
Y puede quedar para responder una pregunta en el aire: ¿qué pasaba en el Neuquén del primer centenario?
De la misma manera que muchos quieren una fotografía del país de 1910 porque añoran la Argentina de los ganados y las mieses, de los ferrocarriles por y para el puerto y de la cuasi factoría con siervos de la gleba con ideologías y lenguas extrañas, Neuquén –y la Patagonia- se perciben como un gran desierto, un vacío a ocupar.
Entonces es necesario demoler el mito del espacio desierto, sin gente, una especie de operación abonada sobre todo por los viajeros ingleses, los misioneros italianos y españoles y los militares argentinos. Ese mito fundante que edifica un reino en la nada es una mentira que encubre el intento –y la realización- de la brutal apropiación de un espacio que ya estaba ocupado, y por pueblos que no habían sido vencidos por el colonizador español. Sólo había que arrasar(los) –arrasar el espacio y arrasar sus habitantes-.
De esa ocupación original y originante dan cuenta las leyendas y las fábulas que construyeron los primeros mitos y ese pensamiento genuino de la Patagonia que es la utopía. El primer utópico quizá fue Antonio Pigafetta, cuando aplicó sus lecturas de novelas de caballería a los tehuelches de la costa atlántica. La más reciente fue Irma Cuña, que partía de Trapalanda y la Ciudad de los Césares para descubrir ese pensamiento huidizo como el horizonte.

Gerardo Burton

Sí a la ley de servicios audiovisuales


texto tomado del boletín de Feduba, la Federación de Docentes de la UBA. Se transcribe a continuación:

FEDUBA saluda y reivindica la decisión de la Corte Suprema de Justicia de la Nación de revocar por unanimidad la sentencia de la Cámara Federal de Mendoza, que había suspendido la aplicación en forma íntegra de la Ley de Servicios Audiovisuales a pedido del diputado del peronismo federal Enrique Thomas.

FEDUBA ha venido participando de las distintas instancias de debate y acción en favor de la ley de la democracia. En particular, en las audiencias públicas en la Cámara de Diputados a través del Secretario de Prensa de CONADU y Secretario Gremial de FEDUBA, Federico Montero. (Ver: http://feduba.org.ar/info/?p=382).


En sus argumentos los magistrados del máximo tribunal señalaron que “ningún juez tiene en la República Argentina el poder de hacer caer la vigencia de una norma erga omnes (de modo general) ni nunca la tuvo desde la sanción de la Constitución de 1853/1860.”


La resolución de los jueces supremos fija un límite frente a lo que ven como una tendencia creciente a paralizar normas, disposiciones o políticas de gobierno con medidas cautelares. Y señala a la vez que ningún legislador puede impugnar en el ámbito judicial el proceso de sanción de una ley para tratar de “reeditar” así un “debate que perdió en el Parlamento”. Aceptar este planteo, sostienen los magistrados, sería violentar la división de poderes y “abriría el camino hacia la anarquía poniendo en peligro la vigencia de todas las leyes”.


Sin embargo, con este fallo de la Corte Suprema, la ley de medios no recuperará su vigencia de manera automática pues todavía sigue en pie una medida cautelar dispuesta por el juez de Salta Miguel Medina que, igual que la Justicia mendocina, suspendió la aplicación de la norma con efecto general.


El caso salteño fue promovido por otra peronista disidente, la diputada Zulema Daher, aunque si los magistrados de esa provincia se atienen al criterio de los jueces del máximo tribunal, la ley recuperará vigencia y sólo seguirán sin aplicarse artículos puntuales, como la cláusula que obliga a la desinversión en un año en casos específicos de ciertas licenciatarias de radio y TV que obtuvieron medidas cautelares favorables.


La medida implica una clara decisión que fortalece el proceso democrático y auspicia una perspectiva que se dirige en el camino de la profundización en la distribución equitativa de la palabra, pues garantiza la posibilidad de revertir el cuadro de situación generado a partir del fuerte proceso de concentración monopólica de medios de información, originado durante la década del 90 en la Argentina y contra el cual numerosas organizaciones políticas, sindicales y sociales han luchado en los últimos años.


El proyecto, al que con la intencionalidad manifiesta de desvirtuar su espíritu democratizador los medios de información califican como “Ley de medios K”, es el fruto de un amplio debate que fue generado a partir de la intervención de las carreras de comunicación de las universidades nacionales, de los foros de radios comunitarias de todo el país, de las organizaciones sindicales que representan a los trabajadores de prensa, de organizaciones políticas y sociales, de organismos de derechos humanos, y del amplio espectro de hombres de la cultura, la ciencia y el arte que participaron activamente en la denominada Coalición por una Radiodifusión Democrática.


El tema desde el punto de vista político y social no es menor, y viene a saldar una deuda que la democracia mantiene desde su recuperación en 1983, pues constituye la posibilidad concreta de desplegar un nuevo marco jurídico capaz de superar, en términos políticos, sociales y culturales, el decreto-ley que la dictadura militar confeccionara en el año 1980 (Ley nº 22.285) para acentuar su política de control social a través de los medios de información.


El proyecto plantea abiertamente la posibilidad de rever la distribución desigual y regresiva de la información y los fuertes desajustes que existen entre lo local y lo general, a la vez que abre un abanico amplio de posibilidades de intervenir, desde el punto de vista de la producción de contenidos y titularidad de señales, al conjunto de organizaciones sociales, sindicales y universidades nacionales que deseen participar activamente en un proceso que, a las claras, garantizará el pluralismo informativo y cultural que toda sociedad democrática necesita para su pleno desarrollo.

lunes, 14 de junio de 2010

El cambio climático


por Marcelo Bardelli (desde San Martín de los Andes)

Hay un cambio climático que escapa a los registros. Habituados como estamos a la manipulación permanente de la información, los argentinos no echamos de menos esa otra sustracción hasta los recientes festejos del Bicentenario de la Revolución de Mayo. La diferencia entre el oscuro relato instalado y la brillante realidad manifiesta resultó tan contundente que hasta las más recalcitrantes usinas del Todo Negativo tuvieron que ponerse de urgencia unas caretas sonrientes.
Viene bien entonces que intentemos alumbrar allá atrás, donde el foco de lo inmediato no lo hace, para advertir la trascendencia de este cambio climático.
No han pasado diez años desde que caímos en la peor crisis de nuestra historia -tan pródiga en debacles-. La ruptura de contratos fue total y, agotada la fiesta noventista, la siempre avisada garquía criolla levantó vuelo con las valijas bien forradas, cerró la ventanilla y nos dejó la cuenta. Duhalde y Remes Lenicov completaron la rastrillada más alevosa de la que se tenga memoria. Esos tiempos fueron de amargura y desengaño. El argentino aquél tan pagado de sí mismo se había quedado sin espejito de colores. El campeón del mundo se había ido al descenso. La economía siguió en recesión, la política en terapia y la sociedad deprimida.
El inesperado rumbo que Néstor Kirchner le dio a la gestión del Estado sorprendió primero, puso en guardia pronto y exasperó al fin a los nostálgicos de aquel país para muy pocos. Empezó a insinuarse un período de graduales recuperaciones. Allí se iniciaba el cambio climático: a medida que, conscientes de su esfuerzo, volvían a activarse los resortes de la producción, se iban verificando aumentos en los índices de ocupación laboral y, en consecuencia, de consumo. Del bajón y la desesperanza fuimos pasando a una modesta animación general, pero los cronistas de los grandes medios preferían fogonear el fastidio y el miedo.
Para cuando terminó el primer mandato K daba para alentar un módico optimismo y, de hecho, el voto de millones dio cuenta de la decisión popular de seguir por ese camino. El poder económico mediático concentrado decidió a su vez que no podía permitir la anunciada profundización de un populismo amenazante. La opinión pública, considerada coto privado y masa moldeable, debía ser mantenida atada a la bronca y la desconfianza. Toda expresión de crédito y esperanza en el rumbo elegido por la mayoría fue desaparecida de los medios masivos. La llegada de Cristina Fernández fue recibida con una escalada oposicionista que, muy pronto, se tornó abierto desafío y violencia reaccionaria. En el pico del conflicto con “el campo” asistimos a una ofensiva desembozada de un poder que creyó posible voltear a ese gobierno que no se le subordinaba. El desgaste de Cristina fue vertiginoso y profundo, y ya no hubo titular ni pantalla en el que no se la siguiera esmerilando (Bussi dixit). Para cuando las legislativas del 2008 consagraron el voto castigo de la ofendida clase media, la suerte del proyecto K pareció definitivamente echada.
Se instaló entonces una euforia antigubernamental entre la diversidad opositora, impulsada y multiplicada cotidianamente por el principal interesado en un rápido derrumbe de ese peronismo díscolo y setentista. El cambio climático parecía haber retrocedido a los conocidos estándares del desaliento y la desmovilización popular.
Dos factores contribuyeron a impedir una regresión que se autoproclamaba inevitable: la torpeza de los embates de la oposición y la justeza de las iniciativas del gobierno. Mientras que las voces más destempladas coreaban variaciones en contra, a favor se instituyeron algunas de las medidas más progresistas, reparadoras e inspiradas de la democracia. Antes del estallido de la crisis mundial originada en un mal bien conocido por nuestra sociedad -la especulación financiera intoxicando mortalmente a la economía real con sus burbujas-, el crecimiento neto argentino mostraba índices consistentes. Hubo desesperados intentos por importar la crisis y, por primera vez, pudimos quedar al margen de otra peste global.
Las empresas informativas se empeñaron a destajo en minimizar, ningunear o condenar el acierto y el coraje del rumbo de la política económica: así, mientras desde arriba se insistía en empujar hacia un inminente ajuste, por abajo se venía verificando una eficaz defensa del nivel de empleo; mientras desde arriba se pronosticaba el derrumbe, desde abajo se iba levantando la reconstrucción; mientras desde arriba se proclamaba la confrontación, abajo se seguía articulando el reconocimiento. La rebelión de Redrado y otras polvaredas fueron en esa misma dirección: la crispación achacada a la gestión nacional tiene, en ese mismo “arriba”, su origen e interés. Si hay bienestar, que no se note, podría resumirse la consigna inspiradora de esta campaña permanente.
La Fiesta del Bicentenario terminó de desgarrar ese velo de infelicidad crónica. El entusiasmo y la participación masiva pusieron en evidencia una clara recuperación de la autoestima. De aquel humor en ruinas a estas manifiestas ganas de estar bien no se pasó mágicamente. Día tras día, semana tras semana, soportando un interminable temporal de agorerías, el pueblo argentino se rehízo y, a favor de ese esforzado optimismo, la gestión nacional asumió la decisión de alentarlo. Esa articulación hizo visible esta realidad: El cambio climático ya se ha producido.

martes, 1 de junio de 2010

Declaración del Bicentenario

Conmemoramos el Bicentenario de la Argentina sin evocar un pasado mítico pero sabiendo que en los pliegues de su historia persisten memorias de un país para todos, muchas veces extraviado en su propio laberinto y otras arrojado a los poderes de la injusticia. De un país que supo de apasionadas escrituras libertarias y que guarda en sus fibras los nombres propios de los hombres y las mujeres que buscaron construir, individual y colectivamente, los trazos de otra patria. La que buscamos en los signos de esta época que ofrece la posibilidad cierta y urgente de encontrarnos con lo mejor de las tradiciones ancladas en los ideales de igualdad, libertad, justicia y soberanía. Ése es el mayo que nos urge desde hace 200 años.

De la Argentina de las luchas emancipatorias quedan los rastros de los esfuerzos políticos, de los trastrocamientos sociales, de la ruptura del orden colonial, pero también la memoria de lo irresuelto, de las promesas no realizadas, de lo popular sin redención. Es en los hilos de lo pendiente, en la memoria de las voluntades, que pronunciamos el nombre de Argentina, en este Bicentenario.

No lo hacemos en la Argentina del Centenario, ese espejo virtual que los poderes actuales instalan en el lugar de Paraíso Perdido. En aquella Argentina un futuro que se imaginaba dorado, sobre la base de los ganados y las mieses, se proyectaba bajo la égida de un Estado excluyente, con las mayorías silenciadas políticamente y con un mundo popular asolado por la desdicha. El Centenario fue oropeles y visitantes extranjeros, tanto como estado de sitio y lucha callejera. República para pocos y Ley de Residencia. Un modelo de país agroexportador incapaz de proyectarse con autonomía del Imperio Británico y de mirarse en otro espejo que no fuera el de un orden internacional injusto.
Jóvenes de clase alta incendiaron un circo plebeyo para que no alterase un paseo tradicional. Esas fogatas prepararon la Semana Trágica y los fusilamientos de la Patagonia, expresiones del odio oligárquico que se descargaría cada vez que el pueblo defendía sus derechos.

No aceptamos volver a la Argentina de 1910. No podemos identificarnos con un país de la desigualdad, el prejuicio y la exclusión. Ni con un país diseñado desde la lógica de los intereses corporativos, que ha venido rapiñando lo público y tratando de disolver lo mejor de las creaciones colectivas, que dieron forma a sistemas de educación y salud equitativos. No es nuestra tradición la que confunde “nación” con “raza” u origen geográfico ni la que reivindicó como causa nacional la aniquilación de pueblos originarios y de sus hombres y mujeres, la servidumbre y el despojo material y cultural, ni estamos dispuestos a tolerar sus abiertas o embozadas formas de persistencia. No queremos que se silencien las voces que desde el fondo de nuestra travesía como nación se expresaron para avanzar hacia una sociedad más igualitaria, ni convertirnos en espectadores que contemplan cómo unos pocos se complacen en sus riquezas mientras los que producen los bienes sociales son reprimidos, acallados o expulsados.

No queremos regresar a los fastos de ese Centenario que sigue persiguiendo
como una sombra espectral los sueños de emancipación, como lo hizo en el 30, en el 55, en el 66 y en el 76. Nuestro Bicentenario busca reencontrarse con los trazos que fueron dibujando los sueños de libertad e igualdad del primer Mayo y que debieron sortear incontables dificultades y las peores pesadillas. Somos ese país de sueños y de pesadillas. Se trata de recrear, con nuestra fuerza imaginativa y con inventivas populares, la fuerza emancipatoria del inicio, y las de las múltiples formas de resistencia que en nuestro suelo fueron ejercidas desde la Conquista y la Colonización, sabiéndonos parte de un destino común, entrelazado con el de los pueblos de toda América Latina, sin los cuales no puede pensarse un presente ni un futuro.

El Bicentenario es, fundamentalmente, una conmemoración de esas luchas
emancipatorias que en sus mejores momentos tenían menos un destino
local que una idea de lo americano. Que tiene su punto de inicio en la revolución de los esclavos haitianos y se consolida recién en 1824. Cuando hoy América Latina traza acuerdos y composiciones, cuando construye Unasur y afianza los compromisos políticos y económicos,cuando procura un destino común, vuelve a proyectarse sobre el fondo de la unidad anunciada en los primeros gritos libertarios, y la Argentina a reencontrarse con el destino que soñó al nacer.

Esta Argentina tiene en su corazón profundo una vida popular que ha sido
gravemente dañada y que es, así y todo, potente y creativa. El antiguo pueblo del himno ha sido rehecho por dictaduras atroces, persecuciones violentas,
modificaciones profundas de la economía y el Estado, tecnologías y lenguajes
comunicacionales capaces de generar las condiciones para que un sentido común amasado entre la dictadura y los años noventa, corroa las fuerzas de nuestra vida ocial y cultural e inhiba el diálogo activo con el pasado.

Ha sido reconfigurado y avasallado el pueblo. Y sin embargo, ha sido y es el
sustrato de las resistencias, la potencia creadora de nuevas formas de vida, de
lenguajes, de símbolos, de modos de encuentro, el horizonte de una real
autonomía simbólica y política de la nación. Ese pueblo tiene múltiples y
heterogéneos rostros políticos, se despliega en organizaciones diversas y en
experiencias no siempre concordantes. Los que aquí manifestamos lo hacemos como parte de ese pueblo, como parte de las organizaciones en las que se nuclea y se recrea.

Son los rostros de los trabajadores asalariados y sindicalizados, herederos de los que un 17 de octubre del 45 le dieron forma a sus exigencias de justicia y dignidad en una novedosa articulación política y que en mayo de 1969 hicieron temblar la ciudad de Córdoba. Son también los rostros sufridos de los desocupados que intentan recuperar una trama social devastada por el neoliberalismo y que en los noventa fueron el alma y el cuerpo de las resistencias, esa parte de los incontables que hoy marchan en pos de la equidad y el reconocimiento. Son los rostros de los activistas sociales y de los creadores culturales. Son los rostros de las militancias por los derechos humanos y de los pacientes articuladores de los barrios. Son los rostros de los estudiantes que supieron arrojarse a las luchas populares. Son los rostros de los empresarios comprometidos con ideales de autonomía nacional y los de los profesores y maestros que trajinan diariamente por la educación pública. Son los rostros de los migrantes latinoamericanos que han elegido estas tierras para construir sus propios sueños y de quienes dan testimonio de la expoliación a los pueblos originarios y de la defensa de sus derechos. Y recuerdan que sólo una América Latina de nuevas solidaridades podría alojar esas diferencias sin diluirlas en el relativismo cultural ni trasvasarlas a persistentes racismos. Son los rostros de la desdicha, del temor ante el peligro, de la alegría por la reunión y la voluntad colectiva.

La conmemoración del Bicentenario no puede desligarse de la consideración de ese pueblo que encuentra en estos días una remozada capacidad de movilización callejera y reconocimiento público. El futuro de la Argentina depende de la atenta vigilia popular, una vigilia hecha de alerta y compromiso, de reacción frente al peligro y de entusiasmos compartidos. Mucho se ha hecho en estos años del siglo XXI para restañar la vida popular dañada. Todos deben saber -todas las dirigencias políticas y sociales- que ningún retroceso es aceptable. Que este pueblo tiene compromisos profundos con las transformaciones realizadas y las faltantes y que encontrará en la memoria de sus luchas pasadas y en las necesidades del presente, la fuerza para resistir cualquier intento de restauración conservadora. No hay vuelta atrás que pueda resultarnos tolerable. No hay interrupción que consideremos viable. La Argentina actual, capaz de enjuiciar los crímenes del pasado y generar políticas de reparación para las desigualdades contemporáneas, no puede ser suprimida por los agentes de la reacción.

Deben ser conjuradas las maniobras de quienes conspiran en las sombras y
agitan desde los espacios mediáticos. Pero también resguardar al país de la
corrosión de sus lenguajes y de una sensibilidad social, cultural y política
menguada en sus capacidades críticas y creativas, como de los condicionamientos en los modos de vida y de pensamiento impuestos por las
culturas imperiales. Sabemos que no se sale indemne de las heridas infringidas por los poderes de la dominación y que las diversas formas de la injusticia, la humillación y la fragmentación marcaron a fuego el tejido social. Pero también percibimos que algo poderoso vuelve a manifestarse en la patria de todos. En la particular situación de América Latina en estos inicios del siglo XXI, este pueblo, hecho de memoria y de presente, escrito su cuerpo por las mil escrituras de la resistencia, las derrotas y los sueños, tiene la potencia de realizar ese llamado ante los peligros y la afirmación de su resistencia ante toda forma de la devastación.

El estado de este pueblo es, hoy, la vigilia: apuesta a la defensa de las
reparaciones alcanzadas y a la perseverante insistencia en lo pendiente. Si es
capaz de mirar al pasado de la nación e inspirarse en la épica americanista de los revolucionarios de mayo, lo hará porque su realización está en las señales del presente y en la apuesta al futuro. Tiene ante sí el desafío de dar lugar a lo nuevo que surge y de contribuir a que se extiendan y fortalezcan los modos en que los argentinos deciden vivir su libertad para afianzar la de todos. Estamos convocando a un acto de emancipación, capaz no sólo de enfrentar las trabas que interponen, ayer como hoy, los intereses poderosos, sino de proponer nuevas soluciones imaginativas y nuevos objetivos que estén a la altura de una sociedad enfrentada al desafío acuciante de ser más equitativa. Y a través del ejercicio de la libertad, de la participación y de la movilización, a llevar a cabo las grandes tareas pendientes, particularmente las que conducen a enfrentar las desigualdades sociales que persisten como una llaga que no se cierra –tareas cuyas señales han sido dadas en estos últimos tiempos-. Un mayo de la equidad y de la igualdad, un mayo en el que la riqueza sea mejor distribuida entre todos los habitantes de esta tierra.

Por todo esto convocamos, con el entusiasmo y la pasión que emanan de nuestra historia compartida, a emprender las transformaciones estructurales y culturales que se necesitan para contrarrestar el saldo de décadas de deterioro y desguace, y avanzar hacia nuevos modos de relación entre los ciudadanos, la política y el Estado. Somos esos sueños y esas múltiples y diversas experiencias sin las cuales no podríamos imaginar un futuro. Conmemorar el Bicentenario implica tomar nota de lo nuevo y convocar lo existente hacia una profundización de la democracia. Los hombres de Mayo tuvieron ante sí la tarea de construir una nación despojada de la herencia colonial. Lo hicieron en parte y la situación de América Latina exige la continuidad de ese esfuerzo. Como para ellos antes, para nosotros hoy no hay retroceso tolerable y sí un enorme desafío histórico: la construcción de una sociedad emancipada y justa.


Espacio Carta Abierta • Gustavo Arrieta (intendente de Cañuelas) • Ricardo
Moccero (intendente de Coronel Suarez) • Mario Secco (Intendente de Ensenada) • Darío Díaz Pérez (Intendente de Lanús) • Graciela Rosso (intendenta de Luján) • Francisco Barba Gutiérrez (intendente de Quilmes) • Osvaldo Amieiro (Intendente de San Fernando) • Juan Carlos Schmid (Sec. de Capacitación y Formación CGT) • Julio Piumato (Sec. Derechos Humanos CGT) • Horacio Ghilini (Sec. Defensa del Consumidor y Estadisticas CGT) • Milagro Sala (Secretaria Acción Social CTA Nacional - Coordinadora Nacional Túpac Amaru) • Raúl Noro (Secretario de Prensa CTA Jujuy - Mesa Nacional Túpac Amaru) • Edgardo Depetri (Frente Transversal) • Oscar Laborde (Frente Transversal) • Luis D’Elía (Central de Movimientos Populares) • Emilio Persico (Movimiento Evita) • Fernando “Chino” Navarro (Movimiento Evita) • Lito Borello (Organización Política y Social Comedor Los Pibes) • Dr. Carlos Oviedo (Corriente Peronista Germán Abdala) • Lorena Pokoik García (Corriente Peronista Germán Abdala)• Gastón Harispe (Movimiento Octubres) • Carlos De Feo (CONADU - CTA) • Federico Montero (CONADU - CTA) • Manuel Alzina (Secretario Adjunto CTA-Capital) • Francisco "Tito" Nenna (Encuentro de articulación popular)Oscar González (Socialismo Bonaerense) • Ariel Basteiro (Socialismo Bonaerense) • Juan Carlos Fernández Alonso (Socialismo Porteño - Unidad Socialista) • Ricardo Romero (Socialismo Porteño - Unidad Socialista • Rodolfo Fernández (Partido Proyecto Popular) • Fernando Suárez (Partido Proyecto Popular) • Luis Ammann (Partido Humanista) • Claudia Neva (Partido Humanista) • Patricio Echegaray (Partido Comunista) • Jorge Kreyness (Partido Comunista) • Jorge Pereyra (Partido Comunista Congreso Extraordinario) • Rodolfo Módena (Partido Comunista Congreso Extraordinario) • Eduardo Sigal (Partido Frente Grande) • Adriana Puiggrós (Partido Frente Grande) • Agustín Rossi (Movimiento Santafesino por la Justicia Social) • Héctor Cavallero (Movimiento Santafesino por la Justicia Social) • Silvia Vázquez (Partido de la Concertación) • Gustavo López. (Partido de la Concertación) • Roberto Feletti (Partido de la Victoria - MoPoS) •Abel Fatala (Red por Buenos Aires) • Carlos López (Corriente Nacional y Popular) • Jorge Giles (Corriente Nacional y Popular) • Jorge “Quito”Aragón (Corriente Nacional Martín Fierro) • Nahuel Beibe (Corriente Nacional Martín Fierro) • Cacho Fuentes (Encuentro de la Militancia La Bernalesa) • Ignacio Rojo (Organización Envar El Kadri) • Marcelo “Nono”Frondizi (Sec. Gremial ATE Capital) (Organización Envar El Kadri) • Andrés Larroque (Agrupación La Campora) • Juan Cabandié (Agrupación La Campora) • Manuel Del Fabro (Mov. Nac. por la Unidad Americana) • Juan Carlos Rodriguez (Mov. Nac. por la Unidad Americana) • Rubén Drí (Movimiento Patria Grande) • Norberto Galasso (Corriente Enrique Santos Discépolo)
Mayo de 2010

ver http://www.cartaabierta.org.ar/index.php/declaraciones/82-declaracion-del-bicentenario